Page 2 - IV Gramatica 6
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Gramática 6° Primaria
Lectura
El flautista celestial
C
on su flauta de bambú, un pescador de la
montaña llamado Cinco Dedos competía con
la oropéndola y la alondra en gracia,
sonoridad y variedad de melodías. Apenas iniciaba
sus primeras notas, las aves detenían su vuelo, la
brisa cesaba de murmurar entre los árboles.
Labriegos y leñadores dejaban caer sus
instrumentos, rejuvenecía el rostro de los ancianos
y todos, niños, jóvenes y mujeres, se sentían
felices. La gente se decía que tan hábil artista solo
podía venir del cielo, por esto lo conocían como el
Flautista Celestial.
Cierto día, en las playas del Mar del Sur, el Rey
Dragón preparó un suntuoso banquete para todas
las divinidades de la tierra y el mar. Diez mil
soberanos de lujosos atuendos bebían con él,
festejando el encuentro de tal multitud de amigos.
El Flautista Celestial, ignorante de la grandiosa fiesta, llegó a la misma playa, trepó sobre
una elevada roca y se dispuso a pescar. Tendió su red en la superficie del mar apacible y,
apoyado sobre un tronco de sauce, comenzó a tocar la flauta.
Siguiendo la dirección que señalaba el sonido de la flauta, el Rey Dragón encontró al
sencillo pescador junto a sus redes y le rogó, entonces, que enseñara esta técnica y arte
maravillosos a su hijo menor, dotado para la música.
Cuatro años después, cuando el hijo del Rey Dragón logró una técnica superior y la
suficiente creatividad como para componer sus propias melodías, el pescador pidió que lo
dejaran volver a su casa. Antes de despedirlo, y en agradecimiento por sus lecciones, el
Rey Dragón decidió hacerle un obsequio. Pidió a su hijo que lo llevara a la cámara secreta
de las joyas reales para que su maestro eligiera dos regalos.
En una cueva muy amplia, se acumulaban valiosísimos e innumerables tesoros que
cegaban la vista por su esplendor. Piedras preciosas de todos los colores, oro y plata en
obras de arte indescriptibles, vestidos, muebles collares… El pescador dio varias vueltas
asombrado ante tal abundancia y, casi sin titubear, eligió dos objetos entre tantos miles:
una canasta de mimbre – “para guardar los peces y camarones que coja”, se dijo-, y una
capa mediana para la lluvia, para protegerse del viento y los aguaceros.
El hijo del Rey le preguntó:
- ¿Por qué escogiste cosas tan sencillas pudiendo llevarte piedras preciosas, oro y
plata?
Sonriente su maestro de flauta le respondió:
- El oro y la plata se van y no vuelven. Con esta canasta de mimbre y la capa, puedo
salir de pesca todos los días y mi familia nunca pasará hambre.
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