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Literatura                                                                   1° Secundaria




                                                   El origen del hombre

            En la mitología griega existen versiones diferentes sobre el origen de la humanidad y de la cultura:

            Hesíodo y el mito de las razas
            Según  Hesíodo,  los  hombres  tienen  igual  principio  que  los  inmortales,  sólo  que  su  raza  fue  degradándose
            hasta la actual. En el famoso mito de las razas, éstas se nombran por el metal que representan: primera
            raza «raza de oro», segunda raza o «raza de plata», tercera raza o «raza de bronce», cuarta raza o «raza de
            los héroes o semidioses», y quinta raza o «raza actual».

            En  el  origen  los  hombres  incluso  llegaron  a  compartir  mesa  con  los  dioses,  y  así  se  les  representan  en
            algunos pasajes mitológicos como las bodas de Tetis y el mortal Peleo, a cuyo banquete acudieron todos los
            dioses,  menos  la  diosa  Iris,  diosa  de  la  Discordia,  quien  se  vengó  arrojando  sobre  los  comensales  una
            manzana de oro con la leyenda «para la diosa más hermosa». La disputa subsiguiente entre la diosa Hera,
            Atena y Afrodita obligaría a Zeus a delegar su decisión en la persona del joven pastor Paris, príncipe troyano,
            cuya decisión de elegir a la diosa Afrodita originaría la Guerra de Troya, la guerra entre griegos y troyanos
            para vengar el rapto por parte de Paris de Helena.

            El mito de Prometeo
            Según otros relatos el creador del hombre fue Prometeo, el titán, que lo modeló con arcilla, y Atenea sopló
            aliento de vida sobre la imagen de barro.

            Prometeo  es  el  benefactor  de  la  humanidad  por  excelencia.  También  ayudó  a  los  hombres,  según  el  mito
            etiológico sobre el sacrificio, al engañar a Zeus haciendo que éste decidiera escoger para los dioses la parte
            en apariencia más lustrosa del buey que, en cambio,  sólo contenía los huesos, mientras que dejó para los
            hombres la parte más sabrosa de la carne: «Por eso en la Tierra, y desde entonces, los hijos de los hombres
            queman los huesos desnudos de las víctimas sobre altares perfumados». El hombre se queda con la carne
            mientras que los dioses sólo reciben el humo de la grasa quemada.

            Prometeo además benefició al hombre entregándole el fuego sagrado que había robado del Olimpo, con el que
            dotó a los hombres de inteligencia. También les enseñó las artes y las ciencias.

            Tras el robo del fuego, Zeus enfurecido, castigó a los hombres enviándoles a través de Epimeteo a Pandora
            como  esposa (la primera  mujer, en la  mitología griega), quien traía de parte de los dioses como regalo de
            bodas la famosa caja de Pandora. (El mismo nombre de «Pan – dora» en griego significa «todos los regalos»).
            Pese  a  la  advertencia  de  su  hermano  Prometeo,  de  rechazar  cualquier  obsequio  procedente  de  los
            inmortales, Epimeteo hizo caso omiso y aceptó a Pandora quien llevaba de la curiosidad abrió la caja de donde
            salieron todos los males que desde entonces aquejan a la humanidad. Sin embargo le dio tiempo a cerrar la
            caja cuando sólo quedaba la esperanza, de donde existe el dicho de que «La esperanza es lo último que se
            pierde».

            En cuanto a Prometeo, Zeus lo castigó encadenándolo en una roca en el Cáucaso, donde todas las mañanas
            un águila le roía el hígado, que volvía a crecer durante la noche.

            El  mito  de  Deucalión  y  Pirra  y  los  «autóctonos»  En  otros  mitos  los  hombres  son  «autó–ctonos»,  es  decir,
            «nacidos de la tierra»,  como en la conocida leyenda del diluvio universal del que  sólo se salvan Deucalión y
            Pirra,  hijo  de  Prometeo  y  de  Epimeteo,  respectivamente.  Cuando  terminó  el  diluvio  y  ambos  hubieron
            desembarcado  del  arca  que  habían  construido  por  consejo  de  sus  padres  para  sortear  la  crecida  de  las
            aguas, ambos buscaron compañeros preguntando al oráculo de Apolo en Delfos la forma de obtenerlos. La
            respuesta fue que arrojara tras de sí los huesos de su madre y ellos entendieron que se trataba de la Madre
            – Tierra, cuyos huesos debían de ser las piedras. De las piedras que arrojó Deucalión nacieron los hombres y
            de las arrojadas por Pirra las mujeres.














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