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Religión                                                                    1° Secundaria

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               SEMANA


            CONCEPTO CLAVE:
            “Le contestó Jesús: —El que me ama, obedecerá mi palabra,
            y  mi  Padre  lo  amará,  y  haremos  nuestra  vivienda  en  él.”
            (Juan 14:23)

            Dios  fue  manifestándose  a  diversos  pueblo  de  Israel.  Pero
            como  sabes,  la  Revelación  divina  a  los  hombres  tiene  su
            punto  culminante  en  Jesucristo,  el  Hijo  eterno  de  Dios.  La
            gran revelación que Jesús hizo al mundo fue enseñarnos que
            Dios no es un Dios lejano, sino que es un Padre Amoroso y
            Cercano.  Y  Dios  es  Padre  nuestro,  Nosotros  Somos  sus
            Hijos de Dios.

            San Juan lo dice claramente en una de sus cartas: “Ved qué
            amor no ha  mostrado el Padre, que seamos llamados hijo de
            Dios y lo seamos” (1Jn 3,12)

            Los cristianos podemos y debemos tratar a Dios como Padre Nuestro, porque lo es, por eso Jesucristo nos
            dijo que cuando quisiéramos hablar con Dios recitáramos el “Padre Nuestro”

            LA PROVIDENCIA DE DIOS:
            En el Antiguo Testamento: aparece claramente cómo Dios cuida y protege a Israel su pueblo elegido.
            En  el  Nuevo  Testamento:  es  donde  aparece  con  una  mayor  claridad  la  Providencia  Divina,  es  decir,  el
            cuidado amoroso que Dios prodiga a los hombres, Jesús nos lo enseñó con estas palabras:

            “Miren  las  aves  del  cielo,  que  no  siembran,  ni  siegan,  ni  recogen  en  graneros,  y  sin  embargo,  el  Padre
            celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? ¿Quién de ustedes, por ansioso que
            esté,  puede  añadir  una  hora  al  curso  de  su  vida?  Y  por  la  ropa,  ¿por  qué  se  preocupan?  Observen  cómo
            crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como
            uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará El
            mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” (Mateo 6,26-30)

            Sin embargo, vemos que en el mundo, junto a tantas cosas buenas y hermosas, aparecen con frecuencia el
            dolor  y  el  sufrimiento:  guerras  enfermedades,  etc.  Ante  estos  hechos,  muchas  personas  se  preguntan:
            ¿cómo es posible que Dios permita eso?

            La Biblia nos transmite algunas enseñanzas acerca de estos males que permite:

            a.  Ante  todo,  hay  que  decir  que  esos  males  se  nos  presentan  como  algo  misterioso,  de  manera  que  no
               podemos entender del todo las razones por las que Dios los permite.
            b.  Algunas  veces,  los  sufrimientos    son  ocasión  para  que  el  hombre  reflexione  y  se  acerque  más  a  Dios:
               piensa en Dios, se convierte y cambia su vida.
            c.  Pero la razón última que ayuda a entender el misterio del dolor es la muerte de Jesús en la cruz. Jesús
               nos salvó pasando por el sufrimiento; desde entonces, el dolor tiene para el cristiano un valor redentor y
               salvador. Después de la pasión viene la Resurrección.

            Dios conoce todo lo que nos sucede y saca fruto para nuestro bien. Saber que Dios no se olvida nunca de
            nosotros nos da un gran optimismo. Por eso, el cristiano nunca debe perder la virtud de la esperanza.

            TEXTOS BÍBLICOS:
            •  Hijo  mío,  no  desprecies  la  disciplina  del  Señor,  ni  te  ofendas  por  sus  reprensiones.  Porque  el  Señor
               disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. (Proverbios 3:11-12)

            •  Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo
               secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. (Mateo 6:6)

            •  Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me
               las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. El Padre y yo
               somos uno. (Juan 10:28-30)





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