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Historia del Perú 3° Secundaria
chilenas ciertos autores peruanos como Jorge Basadre invocan una nota del Ministro Diego Portales, dirigida
a su amigo Antonio Garfias, el 30 de agosto de 1832, en la que confiesa:
“Hemos puesto a los azúcares peruanos tres pesos en arroba, resolución que puede muy bien arrancar o
mover al gobierno peruano a tomar la medida de gravar por ejemplo con un veinte por ciento las mercaderías
que se internasen en sus puertos después de haber pasado por el de Valparaíso, y he aquí un paso que
destruiría nuestros almacenes de depósito y nuestro comercio, y entonces no habría otro recurso que volver
atrás con la más vergonzosa degradación, y liberarles los azúcares de todo derecho si así lo querían los
peruanos o irnos sobre ellos con un ejército: reflexione usted bien y encontrará que es muy posible que el
Gobierno del Perú así proceda (al menos yo en su lugar lo haría) y que verá igualmente, llegado este caso, no
nos queda otro recurso que uno de los dos que dejo apuntados”.
Lo que Basadre y sus paisanos esconden intencionalmente de esta afirmación, sin embargo, es que Portales
se refiere a sus reservas sobre la actitud del Perú no puntualmente a la reacción contra el impuesto del
azúcar del año anterior, sino a la que venía llevando progresivamente desde 1824, como hemos visto, y que
fácilmente podían permitir especular, en aquellos momentos, en la posibilidad de un conflicto armado, como
efectivamente sucedió. Es por esto que esta carta siempre es presentada por ellos fuera del contexto de la
guerrilla comercial iniciada contra Chile desde los primeros meses de independencia peruana.
La importancia de Valparaíso en el concierto del Pacífico y las vasta extensión de los territorios litorales
chilenos no hicieron más que importunar las aspiraciones peruanas e incrementar la nostalgia por los
tiempos de riqueza e importancia que la tutela imperial le garantizaba al ex Virreinato. Así se explica que, en
1833, Perú cobrara ahora un recargo del 8% a todas las mercaderías de barcos que llegasen al Perú tras
haber pasado por Valparaíso. Esta medida, fomentada por el sentimiento antichileno tan arraigado en las
clases políticas peruanas, era exactamente lo que había pronosticado Portales en la carta que hemos visto
unas líneas más arriba y que se ha tratado de presentar como prueba incriminatoria.
Como dato curioso, cabe señalar que en aquellos años, el Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, José
María Pando, había decidido expulsar de su país a los chilenos residentes por la sola inspiración del
antichilenismo que en esos días intoxicaba inexplicablemente a la sociedad peruana y que encontraba su
válvula de escape en la excusa de las cuestiones comerciales. Otra ironía de la historia le obligaría, más
tarde, a pedir asilo en Chile, como un perseguido político de los confederados, cuando sus propios
compatriotas le pusieron precio a su cabeza.
Así las cosas, habría sido casi una consecuencia natural el que, a principios de la vida republicana peruana,
sus gobernantes comenzaran a mirar con desprecio las ventajas chilenas en el control del Pacífico Sur.
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