Page 14 - Historias de los jueves
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LA SILLA SEGUÍA ALLÍ
Pilar de Andrés
Caminaba despacio por la estrecha acera; poco después se paró delante de un portal. Su mano rebuscó en el bolso hasta sacar unas llaves, eligió una, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta. Vaciló al entrar, una vez dentro comenzó a subir las escaleras lentamente, como si de un gran esfuerzo se tratara; a la altura del segundo piso se encontró con Elena, la vecina, quien al verla exclamó:
—Por Dios, Ana ¿Qué haces aquí? ¿Has venido sola?
—Si —respondió Ana sin apenas voz.
—Hija, por favor, bajemos las dos, salgamos de aquí —y mientras pronunciaba estas palabras pretendía hacerla bajar.
—No, Elena, tengo que subir, necesito recoger algo, y hacerlo yo sola —dijo al tiempo que iniciaba la subida hacia el tercer piso.
Lentamente Ana eligió una llave, la metió en la cerradura y la puerta se abrió. Por un momento retrocedió, como si algo le impidiese entrar. Respiró profundamente, se detuvo unos segundos en el umbral y finalmente dio unos pasos, entró y cerró la puerta. Un olor a humedad y polvo la invadió.
[Pilar de Andrés — 14]