Page 66 - Historias de los jueves
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Es otoño, esto no pinta bien, nadie lo sabe mejor que uno mismo.
Esquivan la mirada y las preguntas, solo monólogos o mentiras piadosas y sonrisas deslucidas. Se creen que no me doy cuenta, pero si, todavía sí. Yo callo.
Sin más, pronto seré como la otra cara de la luna.
Marta, guardó el diario en el cajón de la cómoda y se dirigió a la ventana. Se oía el bullicio de unos niños jugando a la pelota, los miraba sin ver, simplemente los miraba.
Marta oyó aproximarse unos pasos tranquilos a su espalda y sintió cómo unos brazos presionaban sus hombros cariñosamente y le besaban la mejilla.
—¿Qué estás mirando, Marta? —preguntó su esposo David con tono cariñoso.
Miraba la calle, cómo se notan los días, cada vez oscurece antes, y los chavales, qué energía, me recuerdan a nuestros hijos cuando eran chicos.
— Anda Marta —replicó David—, vamos a sentarnos, tengo algo importante que decirte.
David cogió las manos de Marta entre las suya y dijo con voz serena pero firme:
—Marta, había pensado que deberíamos hacer ese viaje que tanto anhelábamos, ¿por qué no?
Marta suspiró profundamente y asintió con la cabeza. —Bueno, ya veremos.
David replicó:
[Ma Ángeles Ortega — 66]






















































































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