Page 67 - Historias de los jueves
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—No hay más que hablar, este pequeño viaje ya estaba hablado, nos lo debemos y no vamos a renunciar a él, lo haremos, no hay más que hablar. Te gustará, será nuestro secreto, nuestro recuerdo. Nos espera el Zatón.
Sentado al lado de Marta, muy juntos, David empezó a relatar esa aventura que recordarían hasta que la condición de Marta lo permitiese. Él ya lo había experimentado en su juventud, acompañado de su abuelo, y quería volver a revivirlo junto a Marta.
—Verás cariño —dijo David—, iremos en nuestro coche. Tomaremos la N—111 hasta llegar al pueblo de Nain. Luego tomaremos ese desvío. A la derecha nos toparemos con un camino sofocado por altos castaños que se abrazarán en sus cumbres y moldearán un baldaquín sobre nuestras cabezas. Seguiremos adelante y a nuestra izquierda descubriremos los altos muros vestidos de hiedra que los poseerán sin piedad. De su interior sobresaldrán dos altas palmeras, estoicos vigilantes de la quinta del indiano. Nos dirigiremos al viejo puente romano, lo cruzaremos y al final de éste habrá una plazuela adoquinada, enfrente, justo allí, estará la taberna y pensión de Tío Paco. En ella hallaremos de todo, nos pertrecharemos bien y preguntaremos si habrá buen tiempo para subir al Zatón en la siguiente mañana. Tío Paco, lugareño, conocerá todo lo que hay que saber del Zatón y sus alrededores.
Marta, sin decir palabra, miraba a David atentamente. David, prosiguió su relato.
—Sin perdida, a primeras horas de la mañana, nos pondremos en marcha, encontraremos un sendero abrupto al final de la plazuela. Estará rebosante de helechos y espinos
[Ma Ángeles Ortega — 67]





























































































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