Page 79 - Historias de los jueves
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Pasaría las horas en cubierta, contemplando los rojos atardeceres, después la luna nacarada y el brillo de las estrellas la envolverían por la noche.
Disfrutaría de la brisa del mar en vez del aire cargado de los salones donde su marido la obligaba a ir todas las noches.
Sería un final feliz para ese viaje que había resultado tan agotador para ella.
En el cielo, cuando el aire rasgaba la niebla en jirones, aparecían brillantes las estrellas animándola a mantener viva la esperanza.
De pronto la sobresaltó el vocerío que subía del muelle. Alguien, a gritos, pedía que bajasen la pasarela. Era su marido. ¡Adiós a todas sus esperanzas!
Ya no podría disfrutar de anocheceres bajo las estrellas.
Las voces del muelle la devolvieron a la realidad, y sueños y esperanzas desaparecieron.
Volvió a sonar la sirena, y el barco, conducido por los prácticos del puerto, enfiló hacia la salida del abra adentrándose en el oscuro mar. Dejaba tras de sí una estrella de esperanzas perdidas que la luna iluminó.
[Mercedes Rodríguez — 79]


























































































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