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— No… No, he estado ausente por muchos
años y ahora no tengo a nadie en esta ciudad ni a
dónde ir.
Debió verme como un náufrago a la deriva,
se acomodó mi abrigo sobre los hombros, me tomó
con mucha suavidad la mano cual si fuera mi
nodriza y sentí que mitigaba mi tristeza
- Vamos conmigo, te llevaré a mi casa, allí
mis hijitos deben estar afligidos por mi larga
ausencia.
Caminamos lentamente hacia el oeste, lejos
de mis pérfidos pensamientos de ayer. Así nos
alejamos de ese parque que no supe su nombre,
pero que lo rebautice solo para mis futuras
anécdotas como “Paso a La Libertad”, porque ese
lugar representaba para mí algo magnífico más allá
de la comprensión real de muchos
hombres. De pronto la sirena de una patrulla
policial se oyó a la distancia y me saco de mis
cavilaciones, recordé la cárcel y pensé ¡No
volveré!, ella estaba feliz de la seguridad que le
brindó mi coraje.-FIN.
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