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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



               Los ahorros que yo llevaba y los que tenía Clema, se nos fueron agotando y las deudas
            fueron aumentando, entonces visité a los goteros del pueblo y me comprometí a sacar
            adelante el negocio (porque a ellos hay que decirles así) y pagarles la deuda. Pero me
            llevé una sorpresa cuando fui a hablar con ellos, ya que ellos no fueron los que habla-
            ron conmigo. Recuerdan, estimados lectores, cuando me metí a los batallones a vender
            agua pura el Edén…?, pues como ni Gustavo, Yolanda, Betty ni Fernando (disque mi
            familia) y eso que llevaban más de 7 años viviendo en Berrío, nunca me dijeron nada
            respecto a mi comportamiento, a mi actitud con referencia a los negocios, yo no sabía
            que para trabajar, como yo estaba trabajando en Berrío, debía pedirle autorización a
            determinadas organizaciones. Ellos me estaban siguiendo desde que compre el tiquete
            en la terminal de Bogotá y cuando uno ingresa a la región (de la Dorada para allá), debe
            contarles y mantenerlos informados de la vida de uno, no sé si aún es así y tampoco me
            interesa, es decir, a que viene, quien lo invito, cuanto se va a quedar y que va a hacer.


            Pues mis amigos, esas organizaciones, se preguntaban cómo y porque yo, en tan poco
            tiempo, me había metido en radio, televisión, en las fuerzas militares, en eventos con la
            alcaldía, en el comercio, mejor dicho, ustedes no saben quién soy yo…? Como dice el
            cuento. Las fuerzas vivas llegaron a la conclusión (según lo que me dijeron en su ofici-
            na), que yo era demasiado lengüilargo y periodista en el pueblo, lógicamente para mí,
            eso era algo muy peligroso, me asusté demasiado (de mi temor no le conté a nadie, ni
            siquiera a la persona de mi confianza, Clema), ya que la situación era muy delicada en
            puerto Berrío y Bogotá. Nosotros con Clema, queríamos tener el compromiso con ellos,
            de trabajar y salir adelante para pagarles la deuda, desgraciadamente no se pudo,
            también quería demostrarles que no era ningún chismoso como ellos me consideraban
            y retirarme de todas mis actividades en Berrío, viajar a Bogotá por plata y quedarme
            apagado, mientras tanto, Clema quedaba como “garante” o “prenda de garantía”, para
            que se cumpliera este pacto.


               La única que me dio valor y me acompaño a las 6 de la mañana a la flota Magdalena,
            para comprar el tiquete rumbo a Bogotá, fue Clema, ya que el esto de familia me sacaron
            el cu…! Fueron momentos muy difíciles para mí, ya que viajaba frustrado, con miedo,
            preocupado, con rabia etc. Yo creo que Yolanda, Betty y Fernando dijeron: “Que bueno,
            nos quitamos ese loco de encima”, y lo digo por lo que les narre anteriormente sobre el
            comportamiento de ellos para con Clema y conmigo. A las 3 de la tarde, llegué al termi-
            nal de Bogotá, no le conté nada a mi mami, como empezaba semana santa, toco espe-
            rar hasta el lunes de pascua, ya que debía cumplir con los giros necesarios de dinero
            a Berrío, porque recuerden que Clema (no me importaba nada mas), había quedado
            poniendo el pecho, contestando demandas, respondiendo por el negocio, enfrentando
            a Yolanda y a Gustavo, afortunadamente, ella era una guerrera de tiempo completo.


               Por el periódico empecé a buscar el dinero para cubrir la deuda, afortunadamen-
            te lo encontré rápido, mi idea era hipotecar el 25% que me correspondía de la casa
            paterna (mi  herencia).  Cuando llame al abogado prestamista para plantearle el




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