Page 5 - Revista Digital Mandrágora Edición Septiembre
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No me queda nada
para quemar
¡Ya van tres putas semanas de este encierro!
Me acabé el polvo, tampoco me queda ni un solo cogollo para quemar. El
dealer del barrio no aparece, cuentan que se le enfermó la mamá o algo así.
¡La guita que se está perdiendo con tanto vicioso encerrado!
-Un día de estos llevo el tanque de oxígeno del viejo al camal y lo cambio por
una quina de weed y lo que me den de polvo.
-No, no, estoy pensando tonteras, este encierro me tiene mal.
Dos días después.
Al cabo que el viejo ya se mejoró ¿Y yo, qué hago con esta ansiedad? Estoy
que me fumo los dedos. Con tanto enfermo mínimo saco unos cuantos gramos,
así voy a pasar tranquilo en lo que dura esta huevada.
Mi mascarilla... ¿Dónde está ?.
Ahorita mismo salgo para allá, pase lo que pase.
Buenas Don, le cambio este tanque por algo de merca, ya sabe, está nuevito,
par veces mi viejo lo usó antes que le lleven al hospital, está intacto.
Cuando giró, sus ojos me observaban con repugnancia, la mirada en sus ojos
cambió al observar minuciosamente el artefacto que llevaba.
-Toma, toma vicioso, llévate esto y pon el tanque en el rincón, presta tu
maleta y sal perfil bajo.
¡Gracias rey! no te vas a arrepentir, mucha gente está buscando esa movida.
Volví a casa, me senté, armé un porrito, lo encendí, un hit, luego otro tras
otro. Puse un disco de Pink Floyd, estaba más relajado, me conecté al internet
y por curiosidad abrí mercado libre. ¡El precio de los tanques era realmente
exagerado! ¡La gente se peleaba por ellos!
Me habían visto las huevas.
Seguí fumando.
Michael Zapata