Page 125 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 6



               Cometimos un grave error. Abrimos un pequeño supermercado en San
               Marcos, que era un ridículo juguete, en comparación con el negocio que
               mis padres habían administrado toda su vida. Tenía un escaso flujo de
               clientes y comenzaron a perder la vitalidad. Fue una falla capital, porque
               aburridos pronto le dejaron el negocio a mi hermano Aníbal. Estaban
               acostumbrados a estar todo el tiempo en contacto con mucha gente, con
               comerciantes, vendiendo, cobrando, viviendo a mil por hora. Esa fue su
               mecánica de trabajo de toda la vida. Y se fueron extinguiendo. Fue un
               error de buena fe. Un error doloroso que todavía me pesa y me pesará.


               Yo me hice cargo de Palermo, un supermercado que administraba
               conjuntamente con mi hermana Miche. Paralelamente arrendé un
               local en la casa de mi hermana Carmela en la Plaza del Teatro y puse la
               tienda de implementos deportivos Goles Sport, que vendía novedades
               que compraba en mis viajes al exterior. Recuerdo haber traído unos
               cierres de todas las tallas, que adquirí en una fábrica de Buenos Aires
               que remataba todas sus mercaderías.

               Junto  a la  Botica Pichincha funcionaba  el Café  Cordillera  que era
               propiedad de los dueños de la botica. El día menos pensado lo pusieron
               en venta. Cerré la cifra en una charla que mantuvimos en las bodegas
               que funcionaban en la Espejo y Montúfar y lo compré.


               Tenía la ilusión de montar un verdadero restaurante, de acuerdo al
               medio, pero diferente. Había una gran competencia. Estaban en los
               alrededores, la Lonchería Italiana, el Salón Italia, El Trocadero, el Viña
               del Mar, La Cabaña, que eran todos de la misma línea.


               Los domingos comencé ofreciendo un menú variado y sabroso de tres
               platos y postre, que cerraba con una copa de vino. Valía $ 15 sucres. A
               las 11 de la mañana estaba casi copado y cerraba la atención a las 5 de
               la tarde. A esa hora me iba al cine. Los días ordinarios atendía con un
               rico menú que valía $ 7.50.


               La clientela que era nutrida llegaba a las 12 y finalizaba la romería de
               comensales a las 3 de la tarde. A las 5 pm. llegaba la hora del té, que
               acompañábamos con preciosa música instrumental emitida por Radio

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