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Capítulo 10



               OTRA ESTRELLA ME ESTAbA ESpERAndO En nACiOnAL


               Regresé a casa en 1992, porque eso fue y sigue siendo Nacional. Habían
               pasado diez años desde que levanté el último trofeo de campeón con
               el club de los ‘Puros criollos’. Todavía respiraba la profunda amargura
               que me dejó mi tránsito por Valdéz, pero retornar a una institución
               acostumbrada a ganar y a ser protagonista me devolvió la ilusión. El
               comando del club estaba en manos del General Santiago Egas, oficial
               de la Fuerza Aérea. Era el turno de esa rama de las Fuerzas Armadas.


               Encontré un plantel remozado, sin las grandes figuras que había en los
               planteles de  1976 y 1982. Los arqueros eran Pancho Reinoso y Héctor
               Lautaro Chiriboga. Había una camada de jóvenes jugadores entre los
               que destacaban Marco Constante, Juan Carlos Garay, Diego Castañeda,
               José Lupo Quiñónez y Luis Chérrez. Seguían ‘Jota Jota’ Vega y ‘Chifle’
               Mosquera, los útimos mohicanos de la vieja guardia, pero ya no habían
               los grandes cracks de la época dorada de los tricampeonatos. Había que
               meterla manos a la obra. Montar un equipo y hacerlo funcionar.


               Jamás en mi vida profesional tuve la suerte de llegar a un equipo forma-
               do, siempre tuve que construirlos y esta vez no era la excepción. Yo en
               cambio, siempre dejé equipos que rodaban solos y estaban bien aceita-
               dos. El Nacional 92 era un equipo de obreros, encajados en la discipli-
               na, en la puntualidad, en la obediencia y tenían hambre de gloria.


               Ya todos sabían en el fútbol ecuatoriano que trabajar con Ernesto
               Guerra, era apuntar al éxito, lo digo sin soberbia. Ya eran tiempos de
               plata grande, ya se manejaban otras cifras. Desde que había regresado
               de México para hacerme cargo de Universidad Católica en 1970, nunca
               gané la misma plata que había percibido el año anterior. Siempre daba
               un paso al frente en el tema monetario, respaldado por los resultados
               que ofrecía en la cancha.


               El equipo despegó, redondeó una campaña espectacular y alcanzó el
               derecho a jugar la final, nada más ni nada menos que ante Barcelona. En
               el Atahualpa, en el partido de ida ganamos 2 a 1, con doblete de Lucho
               Chérrez, en un encuentro que registró incidentes y una actuación

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