Page 133 - ANTOLOGÍA POÉTICA
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BIOGRAFIA

                  Giuseppe  Ungaretti  nació  en  1888  en  Alejandría.  Fue  un  poeta  italiano  vinculado  al
                  hermetismo  con  su  obra,  en  la  que  se  advierte  siempre  una  tensión  existencial  y  un
                  continuo viaje interior hacia la memoria, representa también una singular recuperación
                  de la tradición lírica, tras los excesos del crepuscularismo y del futurismo.

                  Hijo  de  una  familia  burguesa  emigrada  a  Egipto  por  motivos  de  trabajo,  Giuseppe
                  Ungaretti pasó su infancia en su ciudad natal, cerca de esos paisajes del desierto que se
                  convertirían en uno de los temas más recurrentes de todas sus obras.


                  En 1912 se marchó a París para completar sus estudios en la Sorbona, donde conoció a
                  referentes  europeos  tales  como  Pablo  Picasso  y  Max  Jacob.  Posteriormente  se  fue  a
                  vivir  a  Milán,  donde  se  inscribió  al  ejército  para  hacer  parte  de  la  Primera  Guerra
                  Mundial.


                  Su poesía se divide en tres etapas:  La primera ligada a su  experiencia de guerra. La
                  segunda etapa fue más reflexiva y evocadora de la misteriosa y dramática condición del
                  hombre frente a la naturaleza. Finalmente, la tercera etapa estuvo marcada por el sólido
                  esfuerzo de recuperar la tradición lírica italiana

                  En 1962 fue elegido presidente de la Comunidad Europea de los escritores; cuatro años
                  después recibió el premio Taormina de poesía. murió en Milán cuatro años más tarde en
                  1970.

                                                       POEMAS


                  La madre

                  Y cuando el corazón dé un último latido
                  haya hecho caer el muro de sombra,
                  para conducirme, madre, hasta el Señor,
                  como una vez me darás la mano.


                  De rodillas, decidida,
                  serás una estatua delante del Eterno,
                  como ya te veía
                  cuando estabas todavía en la vida.

                  Alzarás temblorosa los viejos brazos,
                  como cuando expiraste
                  diciendo: Dios mío, heme aquí.

                  Y sólo cuando me haya perdonado
                  te entrarán deseos de mirarme.


                  Recordarás haberme esperado tanto
                  y tendrás en los ojos un rápido suspiro.


                  Nostalgia
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