Page 192 - ANTOLOGÍA POÉTICA
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BIOGRAFÍA

                  Luis Cernuda fue uno de los poetas fundamentales de la Generación del 27, nacido en
                  Sevilla en septiembre de 1902. La obra de Gustavo Adolfo Bécquer despertó su interés
                  por la poesía desde muy pequeño; comenzó a escribir alentado por un profesor, quien a
                  su  vez  le  brindaba  conocimientos  técnicos.  En  su  juventud,  realizó  sus  primeras
                  publicaciones  en Revista  de  Occidente.  Estuvo  siempre muy  influenciado  por  la
                  literatura  francesa,  e  incluso  tradujo  parte  de  la  obra  del  surrealista Paul  Éluard.
                  Nunca escondió su homosexualidad, y esto acarreó las nefastas etiquetas y el esperable
                  desprecio en su propia tierra, con la cual no parecía sentirse muy identificado. Durante
                  la  Guerra  Civil,  comenzó  su  exilio  en  Estados  Unidos,  donde  trabajó  como  docente.
                  Más  tarde,  se  trasladó  a  México,  donde  falleció  en  noviembre  de  1963.
                  A lo largo de su vida, reflejó en sus poemas un espíritu que comenzó esperanzado, que
                  exaltaba la belleza y la ornamentaba, pero que progresivamente se fue endureciendo y
                  se  volvió  más  práctico  y  conceptual.  Algunos  de  sus  títulos,  ubicados  en  orden
                  cronológico, bastan para avalar lo dicho anteriormente: "Perfil del aire", "Los placeres
                  prohibidos", "Las nubes", "Vivir sin estar viviendo" y "Desolación de la quimera". Tras
                  el asesinato de Lorca, le dedicó la elegía "A un poeta muerto (F. G. L.)".




                                                       POEMAS


                  Dans ma péniche:

                  Quiero vivir cuando el amor muere;
                  muere, muere pronto, amor mío.
                  Abre como una cola la victoria purpúrea del deseo,
                  aunque el amante se crea sepultado en un súbito otoño,
                  aunque grite:
                  Vivir así es cosa de muerte.

                  Pobres amantes,
                  clamáis a fuerza de ser jóvenes;
                  sea propicia la muerte al hombre a quien mordió la vida,
                  caiga su frente cansadamente entre las manos
                  junto al fulgor redondo de una mesa con cualquier
                  triste libro
                  pero en vosotros aún va fresco y fragante
                  el leve perejil que adorna un día al vencedor adolescente.
                  Dejad por demasiado cierta la perspectiva de alguna nueva
                  tumba solitaria.
                  Aún hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz
                  terrestre.


                  Ante vuestros ojos, amantes,
                  cuando el amor muere,
                  vida de la tierra y la vida del mar palidecen juntamente;
                  el amor, cuna adorable para los deseos exaltados,
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