Page 93 - Mahabharata
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1. El comienzo 73
era un brahmín y que quería aprender a usar el arco. Bhargava le sonrió y gentilmente le
dijo:
—Te enseñaré todo cuanto sé, con mucho gusto.
Así comenzó la educación de Radheya. Allí, en el ashram del gran Bhargava pasó feliz
muchos días y meses, quedando en el olvido los insultos de que había sido víctima por ser
un sutaputra. Tan sólo le preocupaba una cosa: adquirir conocimientos. Conocimientos
significaban poder, fama y reconocimiento. Era lo único que merecía la pena en el mundo
de los hombres.
Hasta que por fin su educación llegó a buen término. Bhagaván Bhargava le había
enseñado todos los astras; incluso el Brahmastra y el poderoso Bhargavastra. Ya casi se
acercaba el tiempo de la partida de Radheya hacia su nueva vida y Bhargava estaba ya
dándole sus últimos consejos. Le dijo:
—He sido muy feliz durante todo este tiempo. Ha sido para mí un placer enseñarte a
usar el arco. Ya te he enseñado todo cuanto sé y me siento orgulloso de haberte tenido
como mi discípulo. Eres muy honesto, respetuoso con tus mayores y estás dispuesto a
andar por el camino de la rectitud. Este conocimiento que has adquirido debes usarlo en
defensa del Dharma. No debes usarlo jamás para una causa injusta.
El Sol brillaba en lo alto del cielo y el calor era insoportable. El gran Bhargava quería
descansar bajo la sombra de un árbol, así pues le dijo a Radheya:
—Vete al ashram y tráeme una piel de ciervo para usarla enrollada como almohada.
—Mi señor —dijo Radheya— puedes usarme a mí como almohada apoyando tu
cabeza sobre mis muslos. Por favor, déjame hacer este servicio por ti; eres el maestro que
me ha revelado el conocimiento más valioso que poseo.
Bhargava se sintió complacido con su devoción y aceptó el ofrecimiento.
Mientras Radheya yacía con la cabeza de su maestro descansando sobre sus muslos,
de repente sintió que algo le estaba picando en el muslo en el que el gran rishi tenía
apoyada la cabeza. El dolor que sentía era insoportable pero no quería moverse para no
molestar el sueño de su guru. Levantó un poco la cabeza y vio que era un insecto de
aspecto horrible, parecía un pequeño cerdo y tenía un hocico muy agudo y fuerte, como
hecho de acero, además estaba armado de varias filas de dientes, hundiéndose en su
carne como si fuera una sierra. El dolor era intensísimo, pero Radheya no podía moverse
ni lo más mínimo para no perturbar el sueño de su maestro.
El insecto había abierto una brecha profunda en su muslo y la sangre manaba abun-
dantemente de la herida. El contacto de la sangre caliente con la cara del rishi, hizo
que éste se despertara. Bhargava vio el insecto borracho con la sangre de Radheya y a
continuación miró fijamente a la cara de Radheya con expresión de gran asombro. Le
dijo: