Page 18 - Confesiones de un ganster economico
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                        los EHM,  esa guerra era prácticamente desconocida fuera del país donde tenía
                        lugar. Yo iba a reunirme con los shuar, los quechua y sus vecinos los achuar, los
                        zaparo y los shiwiar; tribus decididas a impedir que nuestras compañías
                        petroleras siguieran destruyendo sus hogares, sus familias y sus tierras, aunque
                        ello significase poner en peligro sus vidas. Para ellos estaba en juego la
                        supervivencia de sus hijos y de sus culturas, mientras que para nosotros era
                        cuestión de poder, de dinero y de recursos naturales. Ese es uno de los muchos
                        aspectos de la lucha por el dominio del mundo, del sueño de unos hombres
                        codiciosos en busca del imperio global.1
                           Construir el imperio global es lo que se nos da mejor a los EHM.
                        Somos una élite de hombres y mujeres que utilizamos las organizaciones
                        financieras internacionales para fomentar condiciones por cuyo efecto otras
                        naciones quedan sometidas a la corporatocracia que dirigen nuestras grandes
                        empresas, nuestro gobierno y nuestros bancos. Al igual que nuestros semejantes
                        de la Mafia, los EHM concedemos favores. Estos adoptan la apariencia de
                        créditos destinados a desarrollar infraestructuras: centrales generadoras de
                        electricidad, carreteras, puertos, aeropuertos o parques industriales. Una de las
                        condiciones de  estos empréstitos es que  los proyectos y  la construcción deben
                        correr a cargo de compañías de nuestro país. y el resultado es que, en realidad,
                        la mayor parte del dinero nunca sale de Estados Unidos. En esencia,
                        sencillamente  se  transfiere  desde  los  emporios  bancarios  de  Washington  a  las
                        constructoras de Nueva York, Houston o San Francisco.
                           Pese al hecho de que el dinero regresa casi enseguida a las corporaciones que
                        forman parte de la corporatocracia acreedora, el país destinatario queda obligado
                        a reembolsado íntegramente, el principal más los intereses. Si el EHM ha
                        trabajado bien, esa deuda será tan grande que el deudor se declarará insolvente
                        al cabo de pocos años y será incapaz de pagar. Cuando esto ocurre, nosotros, lo
                        mismo que la Mafia, reclamamos nuestra parte del negocio. Lo cual comprende,
                        a menudo, una o varias de las consecuencias siguientes: votos cautivos en
                        Naciones Unidas, establecimiento de bases militares o acceso a recursos
                        preciosos corno el petróleo y el canal de Panamá. El deudor sigue debiéndonos
                        el dinero, por supuesto... y otro país más queda añadido a nuestro imperio
                        global.
                           Mientras conducía de Quito a Shell en mi coche, en aquel día


























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