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Se dispuso el traslado a la casa de salud para realización de exámenes
complementarios de laboratorio e imagen, así como hisopado nasofa-
ríngeo; elementos que confirmaron el diagnóstico dado por “Chinita” y
de inmediato empezó el tratamiento respectivo. Había preocupación en la
doctora respecto a las comorbilidades que la paciente tenía como diabetes
e hipertensión arterial; sin embargo, presentó favorable evolución en el
tiempo de hospitalización, por lo que cumplido el tiempo pudo recibir
el alta médica en buenas condiciones y retornó a casa junto a su familia.
Al igual que en el caso de “Yanqui”, su hermano murió mientras ella
enfrentaba al virus.
Otro caso atendido por “Chinita” correspondió a una familia entera
contagiada. Un caso conmovedor el de “Laura” y los suyos, quien se
infectó en su lugar de trabajo, y transmitió el virus a su esposo, jóvenes
hijos, y a sus padres, adultos mayores, quienes fallecieron como con-
secuencia. El cargo de conciencia en ella era desgarrador, sintiéndose
responsable de tan lamentables pérdidas lo que casi le cuesta la vida tam-
bién; situación que sin duda se habrá repetido en todas las latitudes del
globo terráqueo. Sí, se recuperaron los cuatro luego del tratamiento reci-
bido, pero el dolor llevará tiempo en sanar.
Ella, como todos los médicos, tuvieron que adaptarse a las continuas
modificaciones en los esquemas de atención y tratamiento a personas con
dicha enfermedad; es que el virus no se comporta de la misma manera
en todos quienes se convierten en portadores de este, lo que ha compli-
cado la homogenización de pasos a seguir o la definición de un algoritmo
para tal efecto. Medicamentos que eran incluidos en los protocolos, eran
desechados casi de inmediato por los efectos adversos que producían, a
la espera de que ojalá pronto, exista una vacuna. Eso aún está por verse.
Compañeros de su trabajo también dejaron este mundo a causa del
virus, en el ejercicio laboral; compañeros que eran más que eso, casi her-
manos con tantos años trabajando juntos. Ese fue el caso de “Juan”, quien
en un turno sintió malestar general, con signos de dificultad respiratoria;
fue internado e intubado de emergencia, pero ya era demasiado tarde, así
de rápido. A semana seguida fue “Luis”, quien tuvo síntomas leves fue
tratado en su domicilio, pero en un santiamén su cuadro se complicó y la
hospitalización de emergencia no fue suficiente. Le siguió “Leticia” una
joven mujer luchadora, carismática, quien en cuestión de días, no más de
siete, falleció dejando esposo e hijos menores de edad.
La desazón se apoderaba de “Chinita”, “Yanqui” y del personal del
hospital, ante la muerte de los compañeros, aumentando el miedo de que
cualquiera de ellos podía ser el siguiente en seguir el mismo camino y
contagiar a sus familiares. Esa debe ser la preocupación más profunda
de cada médico, enfermera, paramédico, auxiliar que ha estado en el
frente de batalla cumpliendo las labores de acuerdo con el juramento
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