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En la confusión de los niños, ya
convertidos en muchachos, se había
desatado la discusión entre ellos, que
si Malintzinta tenía la culpa de que
ellos estuvieran ahí, ¿Que si de quien
fue la idea de frotar los medallones?,
o que si el gran chaman los había mandado
allí, de pronto, se escucha algo que
interrumpe su discusión:
¡Cua!, ¡Cua!, ¡Cua!, ¡Cua!, ¡Cua!
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