Page 375 - Auge y caída del antiguo Egipto
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interior de Egipto, pero quedaba pendiente la cuestión de la reputación
internacional del país. Por su trayectoria como oficial del ejército, Seti conocía
bien la influencia derivada del poderío militar en la escena mundial. Sin
embargo, desde los gloriosos días de Amenhotep II Egipto no había obtenido una
victoria decisiva en Oriente Próximo. Bajo los reinados de Ajenatón y
Tutankamón, todos los intentos de ampliar o aun defender las posesiones
imperiales en Siria habían resultado completamente infructuosos. Horemheb
había tratado de reafirmar la hegemonía egipcia, pero con resultados desiguales.
La reputación de Egipto como gran potencia estaba seriamente comprometida;
sus territorios extranjeros eran vulnerables a la secesión o a la conquista a manos
de los hititas, y su dominio de las rutas comerciales se veía amenazado. Hacía
falta una acción urgente si se pretendía que el legado heredado por los ramésidas
no desapareciera ante sus propios ojos. Seti no había perdido el tiempo, ya que
había realizado su primera campaña cuando todavía era príncipe heredero. Había
combatido en la costa fenicia para reafirmar la tradicional esfera de influencia
egipcia y garantizar la continuidad del acceso a los puertos del Mediterráneo,
con sus guarniciones y muelles comerciales.
Al comienzo de su reinado en solitario, en 1290, dirigió nuevas campañas con
objetivos estratégicos similares. Los primeros que sintieron la cólera de Egipto
fueron los beduinos del norte del Sinaí. Las luchas entre sus divididas tribus no
representaban en sí mismas un peligro para la seguridad egipcia, pero sí que
amenazaban las principales líneas de suministro del país hacia sus posesiones
imperiales en Siria-Palestina. Seti sabía que el control de la ruta costera del norte
del Sinaí constituía un requisito previo para poder emprender otras maniobras
militares más ambiciosas. Tras restablecer la autoridad egipcia en las
inmediaciones de su territorio, pasó luego a Canaán, donde recuperó el control
de las ciudades fortificadas vitales de Beth-Shan y Yenoam. Luego remató la
victoria egipcia obligando a los cabecillas del Líbano a cortar leña en su
presencia, un acto público de sumisión al faraón que a la vez subrayaba los
derechos de Egipto sobre los abundantes recursos naturales de la región. En otro