Page 414 - Auge y caída del antiguo Egipto
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sufrieron un destino similar. A medida que el enemigo avanzaba como una horda
               asesina  por  el  Mediterráneo  oriental,  Mersin  y  Tarso  fueron  asoladas,  y  la

               devastación  llegó  también  al  norte  de  Chipre.  Luego,  las  fuerzas  hostiles

               penetraron tierra adentro por el valle del Orontes, saqueando todas las ciudades
               importantes a lo largo de esta estratégica vía de comunicación: Alalah, Hama,

               Qatna  e  incluso  Qadesh  fueron  borradas  del  mapa.  Más  al  sur,  los  centros

               comerciales de Palestina no tardaron en sucumbir; lugares como Acre, Laquis,

               Asdod  y  Ascalón,  todos  ellos  situados  a  caballo  de  la  via maris,  la  gran  ruta
               costera que llevaba tanto por el sur como por el este… a Egipto.

                  En  todo  Oriente  Próximo  flotaba  en  el  aire  una  humareda  negra  allí  donde

               antaño había habido núcleos de comercio y de cultura. Ricos palacios y ciudades
               famosas estaban en ruinas. Solo Asiria, segura en la otra orilla del imponente

               Éufrates, logró salir indemne. En 1179, el octavo año del reinado de Ramsés III,

               los  invasores  tenían  al  alcance  de  la  vista  a  la  última  potencia  marítima

               superviviente del Mediterráneo oriental:


                    Los países eran a un tiempo eliminados y devastados. Ningún territorio podía oponer resistencia a sus
                  armas, desde el reino hitita [hasta] Qode [Cilicia], Karkemish, Arzawa y Chipre; todos fueron arrasados,
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                  uno a uno … Y luego vinieron hacia Egipto.


                  Para entonces, los consejeros del faraón conocían ya bien a su enemigo: «Los

               países extranjeros se aliaron en sus islas … La liga comprendía a los peleset,
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               tyeker, shekelesh, denyen y weshesh».  Por más que los nombres pudieran sonar
               extraños, el fenómeno resultaba absolutamente familiar; los temidos Pueblos del

               Mar habían vuelto. Treinta años antes, una coalición distinta de pueblos egeos y
               anatolios había conspirado con los libios en un intento de invadir Egipto durante

               el reinado de Merenptah. Ahora, nuevos grupos se habían unido en una causa

               común, arrasando todo lo que se interponía en su camino. Obligados a abandonar

               sus  tierras  (desconocidas,  pero  posiblemente  situadas  en  el  Mediterráneo
               occidental o en Anatolia) a causa de la sequía, el hambre y el deseo de una vida
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