Page 565 - Auge y caída del antiguo Egipto
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el 217, en el transcurso de una encarnizada Cuarta Guerra Siria que duraba ya
dos años, las fuerzas del Egipto ptolemaico y el reino seléucida habían llegado a
un momento decisivo y estaban a punto de enfrentarse en la frontera, cerca de la
ciudad de Rafia. Para financiar el esfuerzo bélico, Ptolomeo IV (221-204) había
subido todavía más los impuestos, añadiendo una pesada carga a una población
ya bastante agobiada. También él había dejado de lado el ancestral desprecio de
los Ptolomeos hacia los soldados no griegos y había reclutado una gran fuerza de
tropas egipcias (aunque armada al estilo macedonio). La víspera de la batalla
arengó a sus fuerzas, interpretando el papel de un faraón tradicional; pero aquel
simulacro no engañó a nadie, sobre todo porque tuvo que utilizar a un intérprete
para que tradujera sus palabras del griego al egipcio. La batalla de Rafia terminó
en una ajustada victoria ptolemaica, y Ptolomeo IV se haría inmortalizar en las
paredes de los templos egipcios como héroe de guerra y «soberano de Siria». 2
Sería la última vez que un Ptolomeo mostraría tal confianza en su soberanía.
Bien armados y curtidos en el combate, los veinte mil soldados egipcios
aprovecharon la oportunidad para amotinarse, desencadenando una revuelta
generalizada en todo el delta. Los campesinos abandonaron en tropel sus pueblos
y pasaron a vivir como forajidos vagando por el campo. Un grupo de bandidos
atacó una guarnición griega y un templo egipcio (ambos, símbolos de la
represión). El rey macedonio y el rey seléucida ofrecieron su ayuda a Ptolomeo
IV, dejando a un lado su rivalidad dinástica frente a aquella insurrección
autóctona. Pero no sirvió de mucho. A los pocos años, todo el Bajo Egipto estaba
sumido en una guerra civil.
Alentados por los disturbios del norte, los ciudadanos de Tebas fueron los
siguientes en rebelarse. Ya desde la desintegración del Imperio Nuevo, el Alto
Egipto, en general, y la región tebana, en particular, habían abrigado tendencias
secesionistas. La actitud de los Ptolomeos, que raramente se aventuraban fuera
de su base de poder en el norte, no hizo sino exacerbar el resentimiento tebano
por ser gobernados desde la distante Alejandría. Al percibir la amenaza
autóctona, Ptolomeo IV ordenó que se iniciara la construcción de un nuevo y