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nosotros mismos, y a esas imágenes le
llamamos autoconceptos. Sin embar-
go, a diferencia de lo que ocurre con
esos objetos, que por lo general los
identificamos sin tomar conciencia de
haberlo hecho; cuando nos pregunta-
mos ¿quién soy?, nuestro cerebro tie-
ne que trabajar más.
En estos casos nuestro cerebro
trabaja como un taller donde construi-
mos con la habilidad de los operarios las
imágenes y las ideas, por esta razón los
autoconceptos o imágenes que nos
formamos de nosotros mismos son
como una fotografía, y en dependencia
de la calidad de la cámara (uno mismo
de acuerdo a la edad que tengamos), el
ángulo desde donde enfoquemos
(nuestros sentimientos y puntos de
vista) y las condiciones del tiempo (el
contexto en que nos estamos
desarrollando), puede ser más o menos
completa, más o menos nítida, darnos
una idea real o bastante distorsionada
de lo que se capta.