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Buen vivir
Silenciaron su voz pero no su legado
Se llamaba Olivia Arévalo Lomas, era lideresa del pueblo shipibo konibo de Ucayali. Una mujer de paz cuya sabiduría ancestral le entregaba la magia de conversar con la naturaleza. En un ritual de amor sanaba con ícaros el cuerpo, el corazón y la mente. Defendía celosamente los derechos culturales y ambientales de los pueblos indígenas y era la sabia más respetada de su comunidad.
Escribe Magari Quiroz
Olivia fue acumulando saberes a lo largo de su vida, heredados de sus ancestros y con el tiempo fue reconocida como una meraya; es decir, una mujer shipiba con el más alto rango de sabiduría, autoridad y maestría. Era capaz de comprender la complejidad de la cosmovisión y de aquellos maravillosos universos en los que habitan los shipibo-konibo. Además, era una difusora innata de los íkaros o "cantos sagrados", declarados Patrimonio Cultural de Perú en el año 2016.
A mamá Olivia, la meraya, la sabia, la cantora, la mujer imprescindible, la asesinaron hace tres años en la comunidad Victoria Gracia, distrito de Yarinacocha, en Ucayali, cuando tenía 81 años. Su muerte evidenció la inseguridad generalizada que azota al país, pero más aún la condición de vulnerabilidad en la que viven los pobladores indígenas amazónicos, especialmente sus mujeres expuestas a nuevas formas de violencia del crimen organizado y a las corrupciones vinculadas a las actividades extractivas.
Silenciaron su voz pero no su legado. Ahora su canto ha quedado prendado en el viento, resonando entre los árboles y los ríos; entre los corazones de quienes gozaron con su presencia. Y ya corre la leyenda de que cuando un silencio total se apodera de las noches de luna llena en la Amazonía, es ella que se aproxima para susurrarnos al oído algunas de sus encantadoras melodías.
El mejor homenaje a esta mujer peruana es escuchando la interpretación de sus íkaros, expresión popular de su pueblo:
Maestra Olivia sings an Ikaro
Olivia Arévalo
Heroína de Leyenda
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