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EL PICAPEDRERO
Había una vez un pequeño hombrecito catamarqueño, el cual, vivía feliz y conten-
to siendo lo que era y haciendo lo que hacía, lo cual era picar la piedra en una cantera.
Hasta que un buen día, medio mamado, vio a lo lejos la caravana de un gran rey
acompañado por sus súbditos, los cuales le seguían y le servían. Él iba sentado sobre
el lomo de un enorme elefante, bajo un dosel de oro.
Cuenta la historia, que maravillado, por primera vez deseó ser diferente de lo que
era y lo que hacía. Y lo deseó de tal manera que en ese mismo instante se convirtió
en un gran rey que viajaba con sus súbditos, los que le servían. Y a un gesto suyo se
inclinaban hasta el suelo los ministros y los jefes de su ejército.
Era un día muy caluroso. Por mucho que se esforzaban en aplacarle la sed y el
calor, nada podían hacer, pues el sol estaba en toda su plenitud. Agotado y sudoroso
miro hacia arriba y considero que el sol era más poderoso que él. Entonces deseó una
vez más y esta vez el deseo fue convertirse y ser un sol. Y en ese mismo instante se
convirtió en sol. Despedía tanto calor, que los hombres iban jadeantes, se quemaba la
hierba, y la tierra se resquebrajaba. Hacía que las personas se murieran de sed, se sen-
tía el ser más poderoso y dichoso por su poder hasta que de repente una nube densa
y negra se puso en su camino. El sol irradiaba calor, pero por mucho que se esforzaba,
sus rayos no llegaban a tierra, miro y vio aquella nube negra que se interponía entre
el y la tierra y se dio cuenta que la nube era mas poderosa que él.
Así que deseó una vez mas y esta vez su deseo fue convertirse en una nube, y se
convirtió en nube, y como nube iba de un lado a otro y donde quería causaba inunda-
ciones y destrozos con sus rayos, partía árboles y causaba incendios, se sentía mucho
mas poderoso que el sol. Hasta que un día se encontró con un gran peñasco donde
por mucho que se esforzó no pudo hacer nada contra él. Cansado y agotado se dio
cuenta que el peñasco podía más que él. Así que pidió un deseo más: “Esta vez deseo
ser peñasco”.
Y se convirtió en roca sólida. Ya estaba satisfecho, orgulloso y poderoso, ni el po-
tente sol ni la potente nube lo podían dañar. Se sentía inconmovible, algo que todos
muchas veces queremos ser. Que nada ni nadie nos pueda dañar.
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