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PERLAS



                             Candela era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Cuando con su mamá visitaban el ba-
                         rrio chino, Candela vio un collar de perlas de plástico que costaba veinte pesos.
                             ¡Cuánto deseaba tenerlo algún día!

                             Preguntó a su mamá si se lo compraría y su mamá le dijo:
                             Hagamos un trato, yo te voy a comprar el collar y cuando lleguemos a casa vamos a hacer una lista de
                         tareas que vas a poder realizar para pagar el collar. No te olvides que para tu cumpleaños es muy posible
                         que tu abuelita te regale algún billetito ¿Está bien?
                             Candela estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas. Trabajó con tesón todos los días
                         para cumplir con sus tareas, y tal como su mamá le mencionara, su abuelita le regaló un billete nuevo para
                         su cumpleaños. En poco tiempo Candela canceló su deuda. Candela amaba sus perlas.
                             Ella las llevaba puestas a todas partes, al colegio, a la cama, y cuando salía con su mamá a hacer los
                         mandados. El único momento que no las usaba era cuando se bañaba, su mamá le había dicho que las
                         perlas con el agua le pintarían el cuello de verde.
                             Candela tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando iba a su cama, él se levantaba de su sillón
                         favorito para leerle su cuento preferido. Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo:
                             Candela: ¿Vos me querés?

                             Si papá, vos sabés que te quiero.
                             Entonces regálame tus perlas.

                             Oh, papá no, mis perlas no, dijo Candela, pero te doy a Rosita mi muñeca favorita ¿Te acordás? Vos
                         me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños y te doy su ajuar también ¿Está bien papa?

                             No hijita, está todo bien, no importa, le dijo dándole un beso en la mejilla. Buenas noches pequeña.
                             Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al leerle el diario cuento:

                             Candela: ¿Vos me querés?
                             Si papá, vos sabés que te quiero.

                             Entonces regalame tus perlas.
                             Oh papá! No… mis perlas no, pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete ¿Te acordás? Es mi favorito, su
                         pelo es tan suave y vos podés jugar con él y hacerle trencitas, podés tenerlo si querés papá.
                             No hijita, está bien, le dijo su papá dándole nuevamente un beso en la mejilla. Dios te bendiga, felices
                         sueños.

                             Algunos días después, cuando el papá de Candela entró a su dormitorio para leerle un cuento, ella
        117              estaba sentada en su cama y le temblaban los labios:
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