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SOBREVIVIENTE
Había una casa donde vivían papá, mamá y los dos hijos adolescentes. Papá era remisero, mamá
cosía para afuera, el mayor repartía pizzas en una motito, y el menor cortaba pasto.
Un día llegó el abuelo Carlos desde la Mendoza a vivir con ellos. Pronto sacó dos tarjetas de crédito,
y comenzó a comprar cosas para todos. También pidió un crédito personal en la financiera del barrio. Con
todo ese dinero, pronto los hijos dejaron de trabajar, la madre también dejó de trabajar, y el padre salía a
trabajar de vez en cuando. Los hijos compraron una play y una computadora, la madre se compró vesti-
dos nuevos e iba todos los días al shopping. Finalmente, el papá dejó de trabajar.
¿Para qué trabajar?
Con sus préstamos, el abuelo se ocupaba de todo. Nadie en la casa parecía darse cuenta de que nin-
guno trabajaba, nadie producía, nadie se daba cuenta que todo era una ilusión.
Pero... un día hubo que pagar las tarjetas de crédito y el préstamo personal. El abuelo solucionó rápi-
damente el problema: hipotecó la casa. Con todo ese dinero, vivieron felices durante algún tiempo... hasta
que se acabó. Entonces, para evitar que se remate la casa, hubo que vender el auto, la máquina de coser,
la motito y la cortadora de pasto. Y se pagaron algunas cuotas de los intereses de la deuda.
Pero un día, el dinero se acabó, y el abuelo ya no consiguió más créditos, y le sacaron las tarjetas de
crédito.
¿Qué hacer? Sin auto, máquina de coser, motito ni cortadora nadie podía volver a trabajar.
¿Qué hacemos, abuelo?
El abuelo no contestó, se había ido y los dejó a todos en banda. Y encima se llevó los últimos pesos
que quedaban. Papá, mamá y los hijos tuvieron que salir a trabajar de cartoneros, vender flores y limpiar
pisos. Pasan hambre, ganan una miseria y apenas pueden pagar los crecientes intereses de la deuda de la
casa y de la deuda con la financiera.
Poco a poco lograron comprar un caballo y un carro para poder cartonear. Un día el abuelo volvió.
Les dijo que todo iba a ser igual que antes, que él los iba a cuidar como antes, que confiaran en él.
¿Y qué hizo la familia?
Uno de los hijos, la mamá y el papá querían echarlo a patadas. Pero el otro hijo quiso que se quede.
¿Saben qué dijo?
Con el abuelo estábamos mejor. Teníamos cosas, comida, una PC y no trabajábamos.
Pero todo era una ilusión, le dijeron. Vivíamos gracias a los préstamos, nos endeudamos, perdimos
los medios de producción.
¿Ah, si? Respondió.
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