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Sueña y escribe


                            diciembre  de  1964,  es  uno  de  los  lugares  más
                            seguros                    de                   Latinoamérica,

                            prácticamente   impenetrable,  a  menos  que
                            programará y creará el engaño perfecto para poder

                            entrar sin ningún tipo de violencia. Con más de 50
                            guardias encargados de su protección, entrar sería
                            un  desafío,  uno  que  estaba  completamente

                            dispuesto a aceptar, todo con tal de poder dejar una
                            huella  en  la  historia,  de  la  cual  nunca  podría  ser

                            borrado jamás.

                            Después de meses de planeación  y de buscar a las

                            personas  adecuadas  para  el  robo  los  encontré,
                            Ignacio  Mendoza  y  Martin  Pinzón,  eran  medio
                            hermanos,  listos  y  dispuestos  a  recibir  órdenes  a

                            cambio  de  una  parte  del  botín,  ya  teníamos  a  los
                            objetivos  reconocidos,  la  familia  Silva  conformada
                            por  el  padre  Francisco  Silva  gerente  del  Banco

                            central  de  Brasil,  su  esposa  Cariñe  Silva  junto  con
                            sus  dos  hijos  Paulo  y  Manoel  Silva.   La  familia  era

                            necesaria  para  asegurar  su  cooperación  en  el
                            momento del robo.


                            Cuando  todo  estaba  preparado  y  cada  pequeño
                            percance que podría ocurrir durante el atraco, fue
                            previsto,  nos  dirigimos  a  nuestras  posiciones,  mi

                            misión era detener al señor Silva, mientras Mendoza
                            y Pinzón hacían lo mismo con su familia, buscando
                            que  no  sospecharan  nada  hasta  que  llegáramos  al

                            banco, estábamos disfrazados de policías y como no
                            se encontraban juntos, la excusa para sacarlos de su

                            rutina fue que el otro sufrió un grave accidente; solo
                            cuando  los  llevamos  al  banco  y  se  reunieron   de




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