-Yo... en realidad... ejem... había entendido... que
visitaríais... la sede de EL Eco DEL ROEDOR... no las
cata- ratas del Niágara... -¡Tío Geronimo, has dado tu
palabra de honor de roedor! -me recordó Benjamín-. ¡No
puedes echarte atrás!
La maestra ya estaba telefoneando a una agencia de
viajes.