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también se ha reducido a la mitad en el último año, ya que en 2016 fueron 21.064 viviendas, y en 2017 solo se ejecutaron un total de 10.749 viviendas habituales.
En cualquier caso, los costes de la vivienda – sea por alquiler, por hipoteca o por el propio mantenimiento de las condiciones óptimas para vivir – constituyen uno de los grandes gastos de cualquier hogar. La denominada sobrecarga de costes de la vivienda, esto es, la tasa de los hogares que tienen que gastar más del 40% de sus ingresos, ha mantenido una tendencia al alza desde 2008 y que toca techo en 2014, con un cambio de tendencia desde entonces que no ha logrado, sin embargo, devolvernos a niveles pre-crisis (ver gráfico 44). Entre las razones que explican esta sobreexposición financiera de los hogares al pago del alquiler se encuentra sin duda la práctica inexistencia de un parque de vivienda social al servicio de las políticas públicas, que en España se estima que ofrece cobertura a menos del 2,5% de los hogares.
Gráfico 44. Sobrecarga de costes de la vivienda en España (2008-2017)
9,4
10,4
9,7
10,0
10,2
9,8
2015 2016 2017
10,7
10,9
10,3 10,3
2008 2009 2010
Fuente: Eurostat
2011 2012 2013 2014
Como señalábamos más arriba, el problema del acceso de los jóvenes a la vivienda dentro de su proceso de emancipación presenta tintes más preocupantes que para el resto de la población. Con datos de 2017, recogidos de la Encuesta de Condiciones de Vida (INE), Encuesta Continua de Hogares (INE) y Observatorio de la Emancipación (OE), la tasa de emancipación residencial entre los jóvenes se viene reduciendo desde 26,0 por ciento (2008) a 19,4 por ciento (2017).
Pero no solo es importante poder tener una vivienda en la cual vivir, sino que es esencial poder desarrollar la vida en ella en condiciones dignas, lo cual implica un importante sobrecoste añadido. Los problemas de pobreza energética han ido acrecentándose de la mano del deterioro económico y, en determinados casos, el incremento de los precios de la energía. En 2014 se alcanzó el porcentaje máximo de hogares que declaran su incapacidad para mantenerlo a una temperatura adecuada, llegando al 11,1%, y en los dos últimos años se ha visto una reducción hasta el 8% en 2017. Este porcentaje se eleva al 14,1% en los hogares monoparentales y al 12,5% entre los jóvenes.
La pobreza energética es sólo una de las dimensiones en las que se manifiesta la pobreza y la exclusión social en general. Esta tiene unas particularidades propias, ya que puede afectar también a colectivos que no están riesgo de pobreza o exclusión social. Es por ello que el
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