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ASOCIACIÓN MUTUAL
Naturalización
Y es que, en un país como Colombia, donde la muerte se ha naturalizado tanto, al
punto de convertirse en el espectáculo grotesco al estilo del circo romano, donde no
ha inmutado a la sociedad ni las masacres, ni los asesinatos selectivos, ni los falsos
positivos, ni los muertos producto de desastres naturales, no se puede pedir mayor
cosa. Ahora bien, la naturalización de la desigualdad también se hace latente en esta Editorial
coyuntura, el quedarse en casa es la consigna en estos tiempos, hay un rechazo absoluto
a quienes violan las medidas restrictivas, sin embargo, se equipara al empresario que
desde la comodidad de su lujoso condominio monitorea sus negocios y propiedades
con la vendedora de tintos cuyo único sustento para si y los suyos son producto de la
venta de esta bebida. Allí salen a flote todo tipo de insultos y castigos sociales para esta
última por irresponsable y salir a contagiar a los demás, cuando no existen condiciones
dignas para que pueda guardar una cuarentena como si puede hacer el empresario.
Por su parte el Estado reparte subsidios por doquier para sus amigos, otorga créditos
multimillonarios a multinacionales y bancos, por su parte también reprime con fuerza
a quienes reclaman por la situación calamitosa de hambruna generalizada a esperas
de una ayuda alimentaria que han prometido desde hace tiempo y que en caso de
que haya sido otorgada no ha sido precisamente a una persona necesitada, se queda
en las redes de corrupción presente en cuanto rincón se nos ocurra, ésta también
naturalizada por la sociedad. Se escuchan voces como “que robe, pero que haga algo”,
“por lo menos que robe alguien del pueblo”, “es normal que todos los políticos saquen
su tajada”, entre otras.
La pandemia de la corrupción ha sido tan naturalizada que se presenta en todas las
esferas de la sociedad como vía expedita para conseguir propósitos personales e
individuales. Hace algunos años, por ejemplo, la crisis social era un tema habitual,
se hablaba de ella y se elaboraban explicaciones basadas en la existencia de elites
políticas corruptas, narcotraficantes y grandes diferenciales entre clases sociales. Hoy
guardamos un silencio aterrador, no importa buscar explicaciones pues resulta sencillo
culpar de todo a quien nos digan los medios.
La banalidad del mal
Este término se contextualiza en el juzgamiento de los crímenes nazis contra el pueblo
judío, en efecto, Hannah Arendt al respecto de la noción de “la banalidad del mal” hace
referencia a la ausencia de pensamiento crítico, a la irreflexión, a la superficialidad, a la
conciencia sustitutiva generada por el espíritu gregario del hombre, por su conformidad
a las reglas sociales, por los criterios de éxito, obediencia y eficiencia de la organización
burocrática. A eso se ha reducido en muchos casos el valor de la vida y también de la
muerte, esa indolencia se evidencia en la frialdad de las cifras, al gobierno colombiano
parece importarle poco el sufrimiento y la tragedia que hay detrás de cada persona
contagiada y se limita defender desde los números la reducción o contención de casos
positivos.
Como lo indica la pensadora judío-alemana, la ausencia de pensamiento crítico, la
obediencia ciega, el culto a la personalidad y la fe en el mercado ha deshumanizado a los
seres humanos, los ha cosificado, en cambio a humanizado la economía, las mercancías
y el dinero, es una suerte de mundo al revés, donde la ambición, la competencia y la
muerte están en el primer lugar del mundo de los valores, mientras tanto la solidaridad,
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