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Fíjese cómo, esteee, esos rellenos van en desmedro, bueno, del ritmo,
                  y cómo pueden algo así como distraer o, hum, hasta irritar a la otra persona.


                         Para resolver este problema, haga una pausa cuando sienta que se le

                  aproxima  uno  de  estos  “rellenos”.  No  es  necesario  llenar  el  espacio  con
                  sonido.


                         Las pausas pueden ser poderosas cuando se las usa para dar énfasis,

                  en busca de un efecto teatral o, simplemente, para dar tiempo a que el/la
                  cliente/a lo siga.


                         Ideas para liberarse de este hábito:


                             ▪  Escriba cada uno de sus “rellenos” habituales en varios papeles,

                                 cruce la palabra con una gran X roja y pegue los papeles en
                                 lugares  bien  visibles:  teléfonos,  espejos,  calculadoras  de

                                 bolsillo, en el refrigerador... donde los vea. Hasta en la pulsera
                                 del reloj puede llevar una versión en miniatura.


                             ▪  Haga un pacto con alguien para que le dé un ligero codazo o le

                                 haga una señal convenida cada vez que usted los use.


                          He aquí algunas reglas útiles para evitar un lenguaje que pueda ser
                  ofensivo:


                          •   Cuidar  el  tratamiento  con  los  apellidos.  Si  presenta  al  “señor

                              Fernández”, a su interlocutora debe presentarla como la “señora
                              Romero”, no como “María”. Y si presenta o se dirige a la mujer por

                              su nombre de pila, haga lo mismo con el hombre.


                          •   Si en la casa hay personas con título, presentarlas sencillamente
                              como:  “Un  amigo,  el  ingeniero  Chávez”,  “Mi  médico,  el  doctor

                              Saporta”, “Mi abogada, la señorita Pereda”.





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