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La clave está en los pequeños hábitos que transforman la rutina.
modalidades iniciales:
• El entorno sí importa: Tu espacio de trabajo influye directamente en tu ánimo y
rendimiento. Procura separar, aunque sea con detalles sencillos, la zona laboral de la
personal. Una mesa despejada, una silla cómoda y un rincón bien definido hacen toda
la diferencia.
• La magia de la luz natural: Abrir las cortinas puede ser el primer gran paso del día. La
luz natural no solo mejora la concentración, también eleva el estado de ánimo y ayuda a
mantener un ritmo más saludable durante la jornada.
• Regálate mañanas lentas: Antes de sumergirte en correos y pendientes, date un
respiro. Tomar un café con calma, estirarte o escuchar música tranquila prepara la mente
y el cuerpo para enfrentar el día con más energía y claridad.
• Decora, también es autocuidado:
Tu espacio habla de ti. Agregar plantas,
fotografías o colores que te inspiren es más
que estética: es una manera de cuidarte.
Sentirse cómodo y motivado en tu entorno
laboral ayuda a mantener la creatividad y el
buen ánimo.
• Haz pausas conscientes: El home
office puede hacernos olvidar del tiempo.
Programar pequeños descansos durante la
jornada ayuda a evitar el burnout y recargar
energía para continuar con mayor enfoque.
• Balance y gestión del tiempo: Trabajar
desde casa no significa estar disponible
24/7. Marcar horarios claros y priorizar tareas
permite tener un equilibrio entre lo laboral y
lo personal, evitando la sobrecarga.
Aprender a ver tu hogar como un espacio
de crecimiento, no solo de trabajo, cambia
la perspectiva. Allí también puedes nutrirte,
crear, aprender y disfrutar. El equilibrio está
en integrar tu vida laboral con el bienestar
personal.
El home office es más llevadero cuando
lo transformamos en una experiencia
consciente: un entorno cuidado, pausas a
tiempo y una buena gestión del día son las
claves para trabajar mejor y vivir mejor.

