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Probablemente no haya en nuestra vida un instante más terrible que aquel en que uno
descubre que su padre es un hombre… hecho de carne humana.
De Frases escogidas de Muad’Dib, por la PRINCESA IRULAN
—Paul —dijo el Duque—, estoy haciendo una cosa odiosa, pero debo hacerla.
Estaba de pie junto al detector de venenos portátil que había sido traído a la sala
de conferencias para su desayuno. Los brazos sensores del aparato pendían inertes
sobre la mesa, recordando a Paul un extraño insecto muerto recientemente.
La intención del Duque estaba dirigida fuera de las ventanas, al campo de
aterrizaje y a los vértices de polvo girando en el cielo matutino.
Paul estaba ante él, observando por el visor un corto filmclip sobre las prácticas
religiosas de los Fremen. El clip había sido compilado por uno de los expertos de
Hawat, y Paul se sintió turbado por las referencias a sí mismo que contenían.
«¡Mahdi!».
«¡Lisan al-Gaib!».
Cerró los ojos y oyó de nuevo los gritos de la multitud. Así que es eso lo que
esperan, pensó. Y recordó lo que había dicho la Reverenda Madre: Kwisatz
Haderach. Los recuerdos despertaron de nuevo en él la sensación de una terrible
finalidad, poblando aquel extraño mundo de impresiones que aún no conseguía
comprender.
—Algo odioso —dijo el Duque.
—¿Qué quieres decir, señor?
Leto se volvió y miró a su hijo.
—Los Harkonnen piensan engañarme destruyendo mi confianza en tu madre.
Ignoran que seria más fácil hacerme perder la confianza en mí mismo.
—No comprendo, señor.
Leto se volvió de nuevo hacia las ventanas. El blanco sol estaba ya alto en el
cuadrante matutino. La lechosa claridad hacía resaltar un hervor de nubes
polvorientas que amarilleaban sobre los cañones profundamente cortados de la
Muralla Escudo.
Lentamente, hablando en voz muy baja para contener su ira, el Duque explicó a
Paul todo lo referente a la misteriosa nota.
—También, por la misma razón, podríamos dudar de mí —dijo Paul.
—Deben creer que han tenido éxito —dijo el Duque—. Es preciso que me crean
tan loco como para pensar que es posible. Ha de parecer auténtico. Ni siquiera tu
madre debe saber nada acerca de todo esto.
—Pero, señor, ¿por qué?
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