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Cuando te hablo de amor amada mía, siempre quise y quiero decir, la 16
verdad que siento nacer muy dentro, cuando emoción, fantasía e inmenso
caudal de sentimientos se unen y llaman como en sueños tu hermoso
nombre.
De pronto, entre primaverales campos te encuentro, no pienso más en la
llegada del invierno o de tormentas que dejan a su paso huellas de tristeza
y soledad. No pienso en el caer de otra página del llamado Calendario ni
me importa que cada cual viva en la carrera inacabable de hacer esto o
aquello.
Solamente importa tu presencia en mis días, tus caricias al momento
exacto de la entrega, el unir de nuestros labios en el nuevo comienzo de ese
viaje que sabemos emprender tú y yo.
Sé mi amor que lejos de ti he de sorber lenta y dolorosamente cada
segundo, aunque solícito iría a donde estés si pudiera, más tú como yo
comprendes que será cuando termine lo que falta, entonces nada me atará
a noches sin tus besos, ni habrá amaneceres sin abrir juntos otro capítulo
nuestro.
Por ahora descanso y te hablo a través de esta carta que llegará antes que
yo y estará ante tus lindos ojos, en tus manos que extraño a cada instante.
Me quedan algunas Lunas que seguir y ciertos caminos que andar rumbo
al Norte.
Pronto será como quisimos, y en la vastedad de este sentir que nos une,
podré susurrarte aquello que te gusta:
"Te amaré mi amor, eternamente"
Abrázame el alma.
Mi vida era la historia de una tierra gris, donde habitaba un árbol sin
frutos, plantas sin flores y animales despiadados que cortaban el aire con
sus afiladas garras.
Mi vida existía en un mundo sin sueños, sin esperanzas ni anhelos. Mi
vida era plana y vacía, fría y amarga.
Pero un día un rayo de sol iluminó mi cielo abriéndose paso entre espesas
y negras nubes para enseñarme que más allá de lo que mis ojos podían ver