Page 9 - Boletín CIMAT diciembre 2020
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Según José López Yepes (2008),1 profesor de ciencias de la información de la Universidad Complutense de Madrid, a la naturaleza del documento se le puede abordar desde una diversidad de disciplinas: la biblioteconomía, la bibliografía, la archivística y por supuesto la historia. Esta realidad se hace más compleja si tomamos en cuenta las transformaciones contemporáneas que sufre el concepto, por las transformaciones que a su vez sufre el objeto en su soporte: del documento físico transitamos al ubicuo documento electrónico, tan virtual como un conjunto de datos en un espacio que para muchos usuarios es perfectamente intangible e imposible de ubicar, como la nube.
Docere, enseñar, es la raíz latina que documento y docente comparten, de tal forma que un documento enseña, prueba y prolonga el conocimiento (DRAE, 1852). Sobre esta última acepción es que elaboraremos en esta ocasión.
Sobre el sentido y la utilidad de la Historia, como disciplina, mucho se ha escrito y no profundizaremos sobre ello, sino sobre tres conceptos abordados por Darío Betancourt en “Memoria individual, memoria colectiva y memoria histórica: lo secreto y lo escondido en la narración y el recuerdo”(Betancourt, 2004).2
El autor habla de tres memorias: la individual, la colectiva y la histórica. En principio, lo que permite transitar desde y objetivar a la memoria colectiva hacia la histórica es, justamente, el documento.
La memoria individual, conformada por imágenes y recuerdos que son susceptibles de cambiar con el paso del tiempo, difícilmente se corresponden en su totalidad a los hechos vividos efectivamente. A la memoria individual se le opone la memoria colectiva, con los testimonios y relatos que la colectividad pone en escena y que corrigen, complementan y reinterpretan los recuerdos individuales (Betancourt, op. cit.). La memoria histórica, finalmente, supone la reconstrucción de la vida social a través de datos que se suponen objetivos. En la recuperación y reconstrucción de lo que llamamos historia, encontramos que la herramienta fundamental de investigación es el conjunto de instrumentos convencionales, socialmente construidos y aceptados que llamamos documentos.
En el número anterior de esta revista, exponíamos el concepto de valor documental y hablamos de los
valores secundarios, entre los cuales está el valor histórico. En esta ocasión, el valor que abordaremos es el diplomático.
Lo diplomático, en este caso, no trata de la representación de un Estado en las relaciones internacionales, ni de los buenos modos para negociar e interactuar con las personas, sino de la acepción indicada por López Yepes (op. cit.):
Notas de Gestión Documental Boletín Mensual 9 de Información