Page 314 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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310 LUCHAS DEL LADO ACA DEL INDO
príncipe cayó muerto por un dardo lanzado desde una catapulta. Esto acabó de
decidir a los sitiados a entablar negociaciones para rendirse. Alejandro, lleno de jus
ta admiración ante la valentía del enemigo, aceptó de buen grado la posibilidad
que se le ofrecía de poner fin a una lucha que habría costado muchísima sangre
si se hubiese llevado hasta el final; puso como condiciones para la rendición la
entrega de la ciudad, la incorporación de los mercenarios hindúes al ejército ma
cedonio y la entrega de la familia del príncipe. Las condiciones fueron aceptadas
y la madre y la hija del príncipe pasaron al campamento de Alejandro; los merce
narios hindúes salieron de la plaza con sus armas y acamparon a alguna distancia
del ejército al que habrían de incorporarse. Pero en su repugnancia contra los ex
tranjeros e incapaces de hacerse a la idea de tener que luchar en lo sucesivo a su
lado contra sus propios connacionales, concibieron el desdichado plan de aban
donar el campamento al amparo de la noche y retirarse al Indo. Alejandro tuvo
noticia de ello; convencido de que todo intento de convencerlos sería inútil y
de que cualquier vacilación resultaría peligrosa, hizo que sus tropas los cercasen
por la noche y los pasasen a todos a cuchillo. De este modo, hízose dueño de
aquella importante posición, que dominaba el país de los asacenos.
Desde Masaca parecía fácil completar la ocupación del país, carente ya de
príncipe. Alejandro destacó algunas tropas al mando de Coino para que se diri
giesen a la fortaleza de Bazira, situada al sur, convencido de que sus defensores
se rendirían tan pronto supiesen que había caído Masaca; mientras tanto, otro
destacamento, mandado por Acetas, se dirigía por el norte hacia la fortaleza de
Ora, con órdenes de bloquear la ciudad hasta que llegase el grueso del ejército.
Pronto se recibieron de ambos sitios noticias desfavorables; Alcetas había recha
zado, no sin pérdidas, una salida de los oritas, y a Coino, lejos de encontrar a
los defensores de Bazira dispuestos a rendirse, le costaba no poco esfuerzo poder
mantener sus posiciones delante de la ciudad. Alejandro disponíase a ir en su
ayuda cuando recibió la noticia de que Ora se había puesto en comunicación
con el príncipe Abisares (de Kachmir) y había recibido por mediación suya un
considerable contingente de fuerzas procedentes de las montañas del norte; en
vista de ello, transmitió a Coino la orden de que se atrincherase cerca de Bazira
en una posición defendible y desde la que pudiera cortar las comunicaciones de
la ciudad, marchando luego a reunirse con él al frente del resto de sus tropas.
Después de esto, se dirigió presurosamente hacia Ora; esta ciudad, aunque bien
fortificada y valientemente defendida, no pudo sostenerse durante mucho tiem
po y fué tomada por asalto; cayó en poder de los macedonios un rico botín, del
que formaban parte algunos elefantes. Entre tanto, Coino empezó a llevar a
efecto delante de Bazira la retirada que se le había ordenado; tan pronto como
los defensores de la ciudad se dieron cuenta de sus movimientos, hicieron una
salida y se lanzaron sobre los macedonios; se entabló un violento combate, en el
que, por fin, los bacirenses viéronse obligados a replegarse. Y cuando, además,
corrió la noticia de que los de Ora habían caído en manos del enemigo, empe
zaron a desesperar de poder hacerse fuertes ellos en su plaza; hacia media noche,