Page 364 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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360 MARCHA HACIA EL OCEANO
tiempo, Alejandro envió a las comarcas desérticas que comenzaban no lejos de la
ciudad, hacia el este, varios destacamentos de tropas con el encargo de abrir pozos
y hacer habitables aquellas tierras, con objeto de facilitar también por este lado
las comunicaciones con la ciudad y de hacerla accesible a las caravanas de las
tierras del Ganges y del Decán. Una agresión de las hordas que habitaban en el
desierto entorpeció estos trabajos, pero solamente por breves días.
Tras una permanencia relativamente larga en Patala, durante la cual se deja
ron casi terminadas las obras de la ciudad y bastante avanzadas las de los asti
lleros, Alejandro decidió inspeccionar en persona las desembocaduras del Indo,
su navegabilidad y sus condiciones para el comercio y, al mismo tiempo, salir al
océano, cuyas aguas ningún griego había surcado hasta entonces. Decidió bajar
por el brazo principal del río, que derivaba hacia la derecha; y mientras Leonato,
con 1,000 hombres de caballería y 9,000 hoplitas y hombres de infantería ligera,
bajaba por la orilla interior, Alejandro navegó río abajo con los barcos más rápidos
de su flota, las semitrieras, los barcos de treinta remos y algunos cereuros, pero
sin ningún guía conocedor del río, pues los habitantes de Patala, y en general J qs
hindúes, no se dedicaban a la navegación y, además, los habitantes He las orillas
huían cuando veían acercarse a los macedonios. Alejandro confiaba en la pericia
y el valor de sus navegantes; no podía siquiera sospechar ante qué pruebas tan
tremendas habría de colocarlos la violencia inaudita de las corrientes oceánicas.
Era, precisamente, la época de mediados de verano y el río había alcanzado
su máximo nivel; las tierras ribereñas bajas hallábanse inundadas en gran parte
y todo esto hacía que la navegación se hiciese más difícil. El primer día todo se
desarrolló bien; pero al segundo día, hallándose ya la flota como a unas diez millas
de Patala, se levantó un viento tortísimo del sur, que levantaba las aguas del río
en agitado oleaje y las hacía romper con gran furia, con lo cual más de un barco
se fué a pique y otros resultaron considerablemente averiados. La flota apresuróse
a ganar la orilla, para reparar los daños causados lo antes y lo mejor posible; .al
mismo tiempo, Alejandro envió algunos piquetes de infantería ligera para que
apresaran a algunos de los ribereños fugitivos que conocieran aquella parte del río.
La expedición se reanudó al día siguiente, después de reparadas aprisa y corriendo
las averías y ya con algunos naturales del país conseguidos a la fuerza; el caudaloso
río iba ensanchándose cada vez más entre aquellas tierras bajas y desoladas y los
expedicionarios empezaron a sentir el aire frío del mar. La furia de las olas iba
creciendo, cada vez era más difícil manejar el timón y el viento marino arreciaba
más y más; las aguas del río, empujadas hacia atrás por él, empezaban a tornarse
verdaderamente peligrosas, y los barcos de la flota de Alejandro, en vista de ello,
desviáronse hacia un canal que indicaron los pescadores indígenas apresados el
día antes. Las olas hacíanse cada vez más rápidas y poderosas, costando gran
esfuerzo llevar los barcos a la orilla con la rapidez necesaria. Apenas habían atra
cado, empezaron a descender las aguas con la misma rapidez con que había
subido la marea; casi todas las naves quedaron en seco o presas entre el limo
de la orilla; los expedicionarios no salían de su asombro y hallábanse perplejos.