Page 25 - DERECHO INDÍGENA Y DERECHOS HUMANOS EN AMÉRICA LATINA (1988)
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Venezuela, Costa Rica y, en menor grado, algunos otros, pusieron en práctica una
política sistemática destinada a atraer inmigrantes europeos, de quienes se
esperaba que aportaran tecnología, capital, habilidad y espíritu emprendedor a los
países atrasados, contribuyendo eventualmente al "blanqueo" racial de la
población y al subsecuente progreso (ya que el concepto de desarrollo aún no
había sido acuñado) de estas naciones.
La ideología racial no ha desaparecido en absoluto de la visión de la élite
cultural en América Latina. Sin embargo, por razones obvias ancladas en la
historia reciente del mundo, esta ideología ha sido ampliamente desacreditada. Lo
que muchos racistas criollos preferían olvidar era que, desde el punto de vista de
los ideólogos anglosajones, las propias razas “latinas” (a las que evidentemente
pertenecían nuestros ideólogos) eran consideradas como inferiores con respecto a
las normas anglosajonas, célticas, arias o teutónicas (para mencionar sólo algunas
categorías raciales que se transformaron en juicios de valor con una enorme carga
política). Se ha dicho con frecuencia que en América Latina el racismo como
ideología oficial no echó raíces, a diferencia de la situación en Estados Unidos, y
que el mestizaje que comenzó desde los principios de la época colonial impidió el
surgimiento del racismo. Si bien es cierto que el mestizaje se desarrolló
rápidamente, no es correcto afirmar que no hubo racismo. En el fondo, la
evolución cultural de los siglos XIX y XX estuvo caracterizada por una fuerte
corriente de pensamiento racista, que contribuyó a formar un perfil cultural,
esgrimido con eficacia por las clases dirigentes, del cual estaban prácticamente
excluidos los pueblos indígenas subordinados (con sus idiomas, costumbres y
tradiciones, cosmovisión y organización social, así como su producción artística).
El principal acontecimiento étnico del siglo xx, en aquellas naciones en las
que los indígenas no habían sido completamente exterminados, fue él rápido
crecimiento de la población mestiza. El número de los blancos "puros" (si es que
alguna vez existió categoría tal y, por supuesto, el concepto mismo de raza blanca
no corresponde a ningún dato científicamente comprobable), disminuía
rápidamente, de la misma manera en que lo hacía la proporción relativa de
indígenas "puros" en la población global. La población mestiza ocupó asimismo los
peldaños intermedios del sistema de estratificación social y económica,
identificándose cada vez más (sobre todo en la actualidad) con las pujantes clases
medias latinoamericanas. No tardaron mucho los intelectuales en descubrir las
hasta entonces desconocidas virtudes de los mestizos. A diferencia de lo que solía
creerse anteriormente, de que el mestizaje resultaba a todas luces negativo, ahora
se consideraba que los mestizos habían incorporado en una sola raza lo mejor de
las dos que intervinieron en su factura. Los mestizos se transformaron pronto en el
soporte del nuevo concepto de nacionalidad, que implicaba el fortalecimiento del
Estado nacional. Este ascenso del mestizo, ahora alabado en la literatura, en las
ciencias sociales y en el discurso político, coincidió con la creciente presencia
política de partidos provenientes de las clases medias y movimientos sociales que,
hacia mediados del siglo XX, prácticamente habían desplazado del centro del
escenario a los partidos oligárquicos más tradicionales. José Vasconcelos,
pedagogo y filósofo mexicano del siglo XX, llamó a los mestizos una "raza
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