Page 225 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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sala de reunión. En el jardín ejecutaron danzas populares, haciéndonos penosa la
despedida de aquel lugar colmado de juventud y alegría.
XVI
La juventud Alemana
El movimiento juvenil, fenómeno de indudable importancia en la historia moderna de
Alemania, se inició a fines del siglo pasado, en una época del más profundo
materialismo. La educación revestía normas severas y no se manifestaba ninguna
disposición de reconocer a la juventud sus derechos naturales y su carácter propio. Esta
edad no era considerada entonces que una etapa preparatoria para llegar a ser un buen
ciudadano, un buen patriota, y para estar en condiciones, más tarde, de cumplir con los
deberes de su profesión. Las ideas reinantes no permitían una comunidad verdadera
entre el maestro y el alumno, y los jóvenes, por su parte, veían en el maestro no al guía
y consejero, sino solamente al funcionario, cuya única preocupación era cumplir con los
reglamentos. Tampoco pudo encontrar la juventud la oportunidad de expansión y
desarrollo, conforme a su verdadera naturaleza, dentro de las asociaciones religiosas,
sociales y semi-militares, ya que estas estaban constituidas generalmente por personas
de mayor edad, que perseguían una finalidad educativa unilateral y un adiestramiento
mal interpretado.
Sin embargo, el espíritu combativo de la juventud que se sentía oprimido y trabado en
sus aspiraciones, se iba concretando poco a poco, y el toque de clarín lo dieron algunos
renovadores jóvenes y entusiastas, entre ellos Hermann Lietz y el Dr. Gustav
Wynecken. Ellos fueron los que fundaron los primeros centros de enseñanza libre en el
campo: los institutos en Ilsenburg, Haubinda y Wickersdorf, en los cuales pudo
manifestarse el espíritu de la juventud y de la camaradería entre el maestro y el alumno.
Casi al mismo tiempo, e independientemente de estas tentativas de reforma escolar,
surgió en un barrio suburbano de Berlín, en Steglitz, otro movimiento, él de los
“excursionistas” (Wandervögel), que se extendió rápidamente por toda Alemania. En el
año 1896, un alumno de instituto, Karl Fischer, reunió a su rededor a algunos
compañeros de estudios, todos ellos de genio ardiente, combativo y enemigos de la
rutina diaria. Todos los domingos Fischer conducía a sus amigos a Fohlenkoppel, a las
praderas que se extienden al sur de Potsdam, algunas veces más lejos, en la Marca de
Brandenburgo, y, más tarde, sus excursiones los llevaron hasta los lejanos bosques de
Bohemia. Fischer había estudiado profundamente leyendas, costumbres e indumentaria
de los antiguos germanos así como la historia de la civilización y de las distintas razas.
Los paseos por los bosques de los alrededores de Berlín y en Bohemia, las noches de
vivac en las orillas del Nuthe, las conferencias solemnes bajo el cielo estrellado, las
danzas y los cantos antiguos constituían la base del movimiento de los “excursionistas”
que, quince años más tarde, al estallar la guerra mundial, contaba con 60.000 afiliados,
distribuidos por toda Alemania, ejerciendo una gran influencia en la vida de la juventud
en pleno y en su actitud hacia la nación.
Otros grupos constituidos simultáneamente, pretendían implantar la más diversas
reformas. Consecuencia de ello fue una disgregación que terminó cuando sus elementos
directivos, apóstoles de una nueva época, resolvieron reunirse en la cumbre del Alto
Meissner, una montaña situada en las cercanías de Kassel, con objeto de celebrar allí
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