Page 197 - Pacto de silencio
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estos momentos tuviera que emitir nuevamente el informe sobre el aceite sería muy
distinto del que redacté. A la vista de la evolución de la enfermedad, hoy tengo la
convicción de que, aunque tuviera anilinas y anilidas, el aceite no pudo producir la
enfermedad. El cuadro clínico que presentan los afectados me inclina a pensar que el
agente causante es un organofosforado.»
En el mismo semanario, Rafael Cid explica su entrevista con Gastón Vettorazzi
—el máximo responsable del departamento de pesticidas de la Organización Mundial
de la Salud— en Ginebra: «VetTorazzi fue mucho más allá de lo que yo podía
esperar. Me dijo que científicamente no existían precedentes de que las anilinas del
aceite hubieran provocado una enfermedad como la del síndrome y descalificó como
no riguroso y manipulador el informe de ta oficina de la OMS de Copenhague
titulado El síndrome del aceite tóxico (“¿cómo se puede señalar al aceite —dijo
indignado— cuando en la página diez se asegura que ‘la búsqueda de los agentes
tóxicos en el aceite ha sido en gran parte vana’ (?)”), “Nadie me quita a mí la idea de
que la epidemia estuvo provocada por un agente neurotóxico”, aseguró ese día al
final del gratísimo encuentro Gastón Vettorazzi. Antes, con el magnetófono parado y
el rotulador en la mano, el responsable de los pesticidas de la OMS ilustró al lego
informador sobre el enorme riesgo que podían significar los fenamiphos, la última
generación de organofosforados sintetizada en los laboratorios». Tiempo después,
Vettorazzi cambiaría radicalmente de actitud. El pacto del silencio actuaba con
eficacia.
En enero de 1985 el ya mencionado Dr. Francisco Martín Samos (recuerdo: alto
funcionario de la OMS, jefe de delegación de este organismo en 101 conferencias
internacionales, y poseedor de la Orden del Mérito Civil de Sanidad), declaró: «Los
afectados por el síndrome tóxico qué yo he visto durante mis visitas a España en estos
últimos tres años me recuerdan el aspecto, la historia clínica y la sintomatología de
otros casos contemplados por mí en varios países donde se habían producido
intoxicaciones provocadas por organofosforados.»
Como consideración final de este capítulo quiero recordar que en el juicio se
apuntó que los compuestos «tio», los compuestos azufrados, en realidad no son ellos
los auténticamente activos, sino que se activan al ser metabolizados dentro de los
organismos vivos, tanto sean plantas, como animales o humanos. Efectivamente, es
importante tenerlo presente cuando se escucha la opinión de que los efectos causados
por los organofosforados no son exactamente los mismos que los observados en los
afectados por el síndrome tóxico. La confusión nace del hecho de que quienes así
opinan, se atienen exclusivamente a la acción directa del organofosforado en el
organismo. Pero en el caso del síndrome tóxico debe de considerarse que se trata, en
primer lugar, de un compuesto organo-tio-fosforado de nueva generación,
probablemente en fase experimental, cuyos efectos además están precisamente en
estudio a través de este ensayo, dado que los efectos conocidos son los producidos
por su ingestión directa, y en cambio aquí ha habido un previo proceso de
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