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DOS MUERTOS VIVOS. 269
no sería verdad lo que le decían. Entró en la ca-
sa, y penetró en el dormitorio de Rosalía.... La
ventana estaba abierta y el cadáver de la infeliz
,
viuda, bañado en su propia sangre, daba horrible
testimonio del delito. No tenía más que una herida
estrecha abierta sobre el corazón.... Para asestar
esta profunda puñalada, el asesino tuvo que le-
vantar la ropa de la cama, que debía cubrir el
pecho de la víctima. Según el reconocimiento
facultativo, la herida era mortal de necesidad, y
debió causarle una muerte casi instantánea. No
había señal ninguna de resistencia ni defensa
por parte de la víctima. Era casi evidente que
había sido sorprendida durmiendo, y que había
pasado en un instante del sueño á la muerte. A
través de los párpados entreabiertos, se veían sus
pupilas fijas y aterradas y su boca, ligeramente
,
contraída, parecía que iba á pronunciar una
palabra.
En los muebles no se advertía ningún desor-
den. Solamente un cantarano de nogal se veía
abierto con su propia llave y dos cajones, que
,
sin duda contenían algo , se hallaban vacíos. Al
pie de este mueble brillaba una moneda de oro,
y al pie de la ventana otra. Estos pormenores
acusaban un doble crimen : asesinato y robo.
La primera declaración fué la de la criada que
más inmediatamente servía á la viuda , una po-
bre muchacha nacida en la casa, y que era públi-