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MAL DE OJO. 395
medias palabras, con monosílabos. Mas lo que
no iba en lágrimas , iba en suspiros ; pues los
ojos se vengaban de la torpeza de la lengua, y,
sin soltar prenda, dejaban comprender á Plácido
que se complacían en verlo. Los labios echaban
también su cuarto á espadas , pues para eso les
ha dado Dios las sonrisas y con ellas , sin ha-
,
blar palabra daban á entender todo lo que no
,
decían, y aun mucho más de lo que callaban.
De esta manera hablaron un buen rato mas
;
no era cosa de estar toda la noche habla que te
habla, y Plácido, con pretexto de ver un álbum
de retratos, que había sobre una mesa, se apar-
tó de Leocadia , dejándole una mirada de esas
que llegan ai alma. Luego se dirigió á la señora
de la casa, se sentó junto á ella, hablándole con
tanto acierto y con tanta gracia , que la hacía
reir como á una tonta. Se echaba de ver que el
mozo sabía perfectamente dónde le apretaba el
zapato.
Cuando Leocadia se vió sola, sintió que podía
respirar á sus anchas ; halló más expedita su
lengua, y su voz más segura; el peso que antes
sentía la abandonaba, y se le ocurrían frases
felices, palabras discretas, dichos agudos, todo
lo que hacía un momento no le había ocurrido.
No acertaba á explicarse qué especie de nube era
la que había pasado por su imaginación , qué
misteriosa ligadura había sujetado su lengua,