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8 OBRAS DE SELGAS.
Muy bien ; pero es el caso que la ciencia de
los hombres es muy celosa de su jurisdicción , y
no consiente, bajo pena de completa ignorancia,
secreto ni misterio alguno en que no puedan pe-
netrar sus investigaciones. Es decir, que lo que
ella no puede explicar de algún modo, no pue-
de existir de ninguna manera. No hay más que
dos potestades supremas : la naturaleza que todo
lo hace, y la ciencia que todo lo sabe. Fuera del
poder de la naturaleza y del conocimiento de la
ciencia, todo es puro desatino.
No por eso nos ha cerrado la puerta ai encan-
to de los prodigios; nos consiente el recreo de
las más estupendas maravillas , con tal de que,
las reconozcamos como obras suyas, porque se
ha atribuido con la mayor naturalidad del mun-
do el poder de hacer milagros, contando con no
sé qué complicidades de la naturaleza. Así es
que nos tiene prometida la eternidad del hombre
sobre la tierra por la virtud específica de agen-
tes naturales que se descubrirán en su día. Del
mismo modo nos ofrece la reproducción de la
especie humana por medio de la agricultura, mé-
todo sencillo, que se reduce á sembrar en terre-
nos fértiles el polvo de los cementerios. Además,
nos anuncia la resurrección de la carne, que habrá
de verificarse sin más intervención que el poder
de combinaciones químicas.
Como se ve, la ciencia nos autoriza á creer tan