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DOS MUERTOS VIVOS. 3OI
— Coronel
¡ ! ....
— Oh amigo mío — le contestó, con la mis-
!
¡
ma dulzura con que hubiese dado la voz de fue-
go en un día de batalla.
— Quisiera.... — añadió Guillén.
— Comprendido (dijo cortándole la palabra).
Ese entrecejo amenazador , esa palidez colérica,
esa boca airada, me lo dicen todo. Casualmente
me coge V. en un momento en que aplastaría al
mundo de una sola puñada.
Y tirándose violentamente de sus largos y en-
crespados bigotes, rechinó los dientes añadiendo:
,
— ¡Calma!.... Vamos con calma. Ante todo,
acepto el encargo. ¿A quién he de dirigirme?....
— A quién — exclamó Guillén sorprendido.
!
¡
— Eso es (insistió ). Y desde ahora le aseguro
que, si yo intervengo en el asunto , ha de ser á
muerte.
— ¡A muerte — volvió á exclamar Guillén.
!
— ¿No? (preguntó el Coronel.) ¿Le aterra á
V. la idea de atravesar de una estocada el pecho
del adversario?.... Vamos á ver: ¿V. no ha ma-
tado nunca á nadie?....
— | Yo !....—dijo Guillén, abriendo espantosa-
mente los ojos.
— ¿Entonces de qué se trata?.... ¿De un en-
cuentro á primera sangre?....
— ¡Sangre!.... (murmuró Guillén.) ¡Siem-
pre sangre!....