328 OBRAS DE SELGAS.
ría decir que no ; aquel movimiento era una es-
pecie de lamentación muda, y hasta dolorosa.
Guillermo y el Barón se quedaron contem-
plando al señor Martín , que con la cabeza caída
y los brazos cruzados parecía un alma en pena,
y el primero dijo :
— He ahí otra sombra.