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se , cubriéndolo de manera , que á no
ser mirado con malicia y sosf)echosamen-
te , no se podía caer en el agujero. La
segunda noche le dio los instrumentos
Loaysa , y Luis probó sus fuerzas , y
casi sin poner alguna , se halló rompidos
los clavos y con la chapa de la cerradura
en las manos : abrió la puerta , y reco-
gió dentro á su Orfco y maestro, y cuan-
do le vio con sus dos muletas y tan an-
drajoso, y tan fajada su pierna , quedó
admirado. No llevaba Loaysa el parche
en el ojo . por no ser necesario , y así
como entró, abrazó á su buen discípulo,
y le besó en el rostro . y luego le puso
una gran bota de vino en las manos . y
una caja de conserva y otras cosas dul-
ces , de que llevaba unas alforjas bien
proveídas ; y dejando las muletas , como
si no tuviera mal alguno, comenzó á
hacer cabriolas de lo cual se admiró
,
más el negro, á quien Loaysa dijo:
—Sabed, hermanó Luis, que mi cojera
y estropeamiento no nace de enferme-
dad , sino de industria, con la cual gano
d* Comer, pidiendo por amor de Dios, y
ayudándome dclla y de mi música, paso
la mejor vida del mundo . en el cual to-