Page 280 - Orgullo y prejuicio
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En  Longbourn  los  días  transcurrían  con  gran  ansiedad,  ansiedad  que

                crecía con la llegada del correo. Todas las mañanas esperaban las cartas con
                impaciencia. Por carta habrían de saber la mala o buena marcha del asunto,
                y cada día creían que iban a recibir alguna noticia de importancia.

                     Pero  antes  de  que  volvieran  a  saber  del  señor  Gardiner,  llegó  de
                Hunsford una misiva para el señor Bennet de su primo Collins. Como Jane

                había  recibido  la  orden  de  leer  en  ausencia  de  su  padre  todo  lo  que
                recibiese,  abrió  la  carta.  Elizabeth,  que  sabía  cómo  eran  las  epístolas  de

                Collins, leyó también por encima del hombro de su hermana. Decía así:



                         «Mi querido señor,
                         Nuestro parentesco y mi situación en la vida me llevan a darle

                     mis condolencias por la grave aflicción que está padeciendo, de la
                     que fuimos informados por una carta de Hertfordshire. No dude de

                     que  tanto  la  señora  Collins  como  yo  les  acompañamos  en  el
                     sentimiento  a  usted  y  a  toda  su  respetable  familia  en  la  presente

                     calamidad, que ha de ser muy amarga, puesto que el tiempo no la
                     puede borrar. No faltarán argumentos por mi parte para aliviar tan

                     tremenda  desventura  o  servir  de  consuelo  en  circunstancias  que
                     para un padre han de ser más penosas que para todos los demás. La
                     muerte de una hija habría sido una bendición comparada con esto.

                     Y es más lamentable porque hay motivos para suponer, según me
                     dice mi querida Charlotte, que esa licenciosa conducta de su hija

                     procede de un deplorable exceso de indulgencia; aunque al mismo
                     tiempo y para consuelo suyo y de su esposa, me inclino a pensar
                     que  debía  de  ser  de  naturaleza  perversa,  pues  de  otra  suerte  no

                     habría  incurrido  en  tal  atrocidad  a  una  edad  tan  temprana.  De
                     todos  modos  es  usted  digno  de  compasión,  opinión  que  no  sólo

                     comparte la señora Collins, sino también lady Catherine y su hija, a
                     quienes he referido el hecho. Están de acuerdo conmigo en que ese

                     mal paso de su hija será perjudicial para la suerte de las demás;
                     porque,  ¿quién  ––como  la  propia  lady  Catherine  dice

                     afablemente––  querrá  emparentar  con  semejante  familia?  Esta
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