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Beastmaster
Karroch era un chico normal y corriente. Su madre murió al dar a luz;
su padre, un herrero que trabajaba para el Último Rey de Slom, murió
aplastado cuando Karroch tenía cinco años. Tras eso, se vio obligado a
trabajar en la casa de fieras del rey, donde creció rodeado de las
bestias de la corte real: leones, monos, ciervos y cosas menos
conocidas, cosas en las que apenas creía. Cuando el muchacho tenía
siete años, un explorador trajo a un animal nunca antes visto.
Arrastrada ante el rey entre cadenas, la bestia habló, pero su boca no
se movió. Sus palabras: una súplica por la libertad. El rey se limitó a
reír y ordenó a la bestia que hablase para su divertimiento. Cuando
ésta se negó, la golpeó con el Cetro de la Locura y ordenó que fuese
llevada de nuevo con las demás fieras. Durante los meses siguientes,
Karroch trajo comida y medicinas a escondidas a la criatura herida,
pero sólo logró ralentizar su empeoramiento. Sorprendentemente, la
bestia habló al muchacho, y con el tiempo su vínculo se fortaleció
hasta que el niño descubrió que podía mantener con ella una
conversación. De hecho, ahora podía hablar con todas las criaturas de
la casa de fieras del rey. La noche en que la bestia murió, la rabia se
apoderó del chico. Incitó a los demás animales de la corte a rebelarse
y abrió sus jaulas para que causasen estragos en los terrenos del
palacio. El Rey Loco fue atacado en medio de la confusión. Durante el
caos, un ciervo real se inclinó ante el muchacho que lo había liberado,
y, con el Señor de las Bestias (Beastmaster) montado sobre él,
saltaron los altos muros de la fortaleza y lograron escapar. Ahora
como hombre, Karroch, el Señor de las Bestias, no ha perdido su
habilidad de conversar con las criaturas salvajes. Se ha convertido en
un guerrero en armonía con la naturaleza salvaje.