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caracterizan al ser humano caído, con el corazón entenebrecido y la
mente reprobada (Romanos 1:22-28). Por lo que se hace necesario un

proceso en el que sea limpiado. Por ello la promesa diseñada por Dios
para la transformación del ser humano actúa sobre la inmundicia e
idolatría. Estas realidades son las que hacen que el corazón del ser
humano se llene de oscuridad y comprometa la vida del alma.

En Juan 15:3 se lee “Ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he
hablado”, en boca de Jesús, el Hijo de Dios. Es la Palabra de Dios la que
limpia de toda inmundicia e idolatría; esa Palabra que es espíritu y vida.

Se debe entender que el bautismo es el signo por medio del cual se
expresa esta disposición y voluntad del ser humano a ser limpiados y
vivir una conciencia recta delante de Dios (1Pedro 3:21). Ser limpios de
los ídolos equivale a sacar del corazón (pensamiento) todo aquello que
no es Dios y que está ocupando el espacio de él. Dios espera que el
corazón del ser humano solo le pertenezca a él. Ya había constatado

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